Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 27/8/12
La legalización bilduarra supuso su voladura moral y técnica pero el PP no acusó recibo
Se repite estos días que el Gobierno de López quedó sentenciado de muerte ese siete de mayo en el que el partido de Basagoiti dio por finiquitado el pacto de legislatura que lo hizo posible. A mí me parecía que ese acuerdo había quedado clínicamente muerto un año antes, aquel 5 de mayo de 2011 en el que el Tribunal Constitucional legalizó Bildu. A mí me parecía que, al margen de la certeza –expresada por el propio Urkullu y no rebatida por nadie– de que tal fallo dependía de la voluntad socialista, la simple reacción de alegría con la que acogió la noticia el lehendakari de Portugalete vaciaba de sentido ese pacto con los populares que había nacido con la dramática justificación de que el País Vasco reclamaba un período de normalidad democrática. A mí me parecía todo eso, pero deben de ser figuraciones mías. Da la impresión de pronto de que la única desavenencia entre los socialistas y los populares vascos hubiera sido económica; de que hubiera sido sólo económica la causa de la defunción de ese entendimiento y de que fueran económicos también los motivos que lo alentaron en marzo del 2009.
De repente –y por cómo se habla del asunto– he descubierto que yo me ilusioné con la llegada de Patxi a Ajuria Enea porque ardía en deseos de que Basagoiti y él llegaran a un histórico acuerdo de reformas y recortes para afrontar la crisis, cuyo fracaso es el que me deja hoy sin ganas de vivir. Da la impresión, sí, de que la gran traición de López al constitucionalismo no fuera otra que la de llevar un recurso al Constitucional contra la política de Rajoy; de que jamás se hubiese hablado de un «Pacto para el cambio en Euskadi»; de que ese acuerdo en el que un día valorábamos la altura de miras y la generosidad euskopeperas fuera una cosa fría y gris de Montoro, Báñez o De Guindos y de que jamás hubiera tenido que ver nada con la libertad.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo aquel esperanzador pacto ha logrado alcanzar su plena inexistencia? Sigamos los pasos de este auténtico fenómeno paranormal. La legalización bilduarra supuso su voladura moral y técnica, en efecto, pero el PP no acusó recibo porque ésta llegaba en vísperas de las municipales y como un anzuelo del PSOE para que el tema de ETA distorsionara una campaña tranquila y centrada en la economía. No acusó recibo entonces y siguió sin acusarlo después con el aterrizaje de Amaiur en las generales por la misma razón. Por otro lado, la alusión al famoso ‘cambio’ se convirtió en tabú para los dos partidos aunque sólo fuera para evitar chistes fáciles: «¿pacto para el cambio a qué, a peor?». Sin embargo, es Patxi quien comete ahora la temeridad de sacar el espinoso tema al querer vendernos su paz. Yo creo que por su bien es mejor no hablar de eso; hacer como que el pacto no existió nunca y elogiar, como gran logro económico de su Gobierno, su desaparición para que salgan los Presupuestos del 2013.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 27/8/12