El partido que se parece a España

ABC 11/11/13
IGNACIO CAMACHO

· El PSOE regresa dispuesto a fundir con su máquina de gastar todo lo que en su ausencia haya podido ahorrar el Estado

EL PSOE ha vuelto, dice Rubalcaba, más rojo, más morado y más verde. Para gustos, los colores. Pero sobre todo ha vuelto dispuesto a fundirse todo lo que en su ausencia haya podido ahorrar el Estado; de todas las ideas surgidas en su Conferencia Política no hay una sola que implique reducción del gasto. Y como aun así saben que será insuficiente proponen recaudar 50.000 millones más, cinco puntos del PIB, una vuelta de tuerca fiscal que convertiría en un tirillas a Montoro. Es lo que pasa cuando la derecha juega a parecerse a la socialdemocracia, que los socialdemócratas de verdad se sienten retados. Después de que los liberales hayan subido, y de qué manera, los impuestos a ver quién le dice a la izquierda que eso es malo.
A Rubalcaba hay que admitirle que ha sido coherente con su estrategia de definir las ideas antes que elegir candidato. Sin haber resuelto ese debate nominal, que es lo que mola a la gente en este país tan fulanista, ha dejado claro que venga el que venga traerá debajo del brazo, reparada y en perfecto estado, la máquina de gastar. Aunque Felipe lo acuse de falta de liderazgo el viejo genio tenebroso ha salido churchilliano, al menos en el sentido en que Churchill decía que el socialismo fracasa cuando se le acaba el dinero de los demás. Para que eso no ocurra, como le sucedió a ZP, ha redactado un programa nítidamente recaudatorio ante el que nadie va a poderse llamar a engaño. Los socialistas viven en España de dos grandes paradojas, una política y otra semántica. La política consiste en que de vez en cuando es necesario que la derecha los sustituya para asumir el desgaste de poner en orden las finanzas de un Estado que ellos suelen dejar en quiebra. Luego liquidan el ajuste y las tímidas reformas emprendidas gracias a su alejamiento y vuelven a darle a la manivela del desembolso público para reforzar, dicen, la cohesión social. Ésta la segunda paradoja, la semántica, definida por la soltura con que la izquierda llama cohesión al acto de aflojar la mano.
Se equivocan por tanto quienes creen que el Partido Socialista está desahuciado como alternativa. Con este alegre modelo de gasto, el ruido escénico que generarán las primarias y un candidato de refresco pueden estar en condiciones de disputar el poder dentro de un par de años en una nación donde el 71 por ciento de los ciudadanos (datos de la Fundación BBVA) se declara anticapitalista, tres de cada cuatro rechazan los recortes y una amplia mayoría es partidaria de que los ingresos sean igualitarios aunque ello (sic) «perjudique a los que trabajan más». No conviene olvidar hasta qué punto puede ser verdad aquello que decía Zapatero de que el PSOE es el partido que más se parece a España. Sobre todo cuando hasta el PP ha acabado aceptándolo y en los paréntesis que le deja la hegemonía izquierdista gobierna tratando de parecerse al PSOE.