El péndulo de Fulano

EL MUNDO – 19/02/16 – JORGE BUSTOS

· Una implacable ley del péndulo parece regir la alternancia psicológica de los liderazgos políticos en la España reciente. Al carisma solar de Felipe González le siguió la adustez hidalga de Aznar, al que Zapatero opuso su sonrisa automática, depuesta por el retraimiento celta de Rajoy. Cuya contestación más radical la ejerce el prestidigitador de masas Pablo Iglesias.

No pretendo decir que Iglesias vaya a presidir el Gobierno inmediatamente después que Rajoy, aunque del talento político de don Sánchez cabría esperar ese y prodigios aún mayores, sino que la opinión pública española sigue dominada por su vieja afición al fulanismo. Al hombre aproximadamente providencial que borre el rastro del mandamás anterior, calcinado en el ejercicio del poder, al que ansiamos perder de vista sin preguntarnos si tardaremos menos en reprobar a su sustituto.

En lo que va de democracia todavía no se ha marchado de La Moncloa un solo inquilino con el prestigio en pie, más allá de que el tiempo termine redimensionando sus legados. Así vemos cómo todas las virtudes que hicieron a Rajoy deseable hasta la mayoría absoluta –la previsibilidad, la seriedad, la sensatez del gestor frente a la liquidez zapateril– son las mismas que hoy lo vuelven aborrecible, y que a su vez hacen atractivo al pirotécnico Iglesias, tan fecundo en ardides como vacío de experiencia.

No habría podido diseñar la Historia (pongámonos hegelianos en su honor) una antítesis más perfecta para don Mariano que el líder de Podemos. Si el marianismo ha sido una suerte de pragmatismo afásico, el populista derrocha idealismo palabrón sin aburrir de momento a los telespectadores. Lo que no canta la diferencia de estilismos lo completa una campanuda «propuesta programática» que llena 98 páginas de magia, adanismo y buenas intenciones; es decir, la materia de la que está hecha la mala literatura y el mejor totalitarismo. Llamar a eso programa de gobierno son ganas de animar a Miss Seseña a presidir el FMI.

Hace no mucho Miguel Sebastián, de ronda promocional por los platós, me confesó que los jóvenes suelen preguntarle por qué no pinchó la burbuja, habiéndola identificado y ocupando un ministerio. «Me hablan de la burbuja inmobiliaria como de algo físico, pinchable», relataba consternado. Peor: le reclamaban mayor intervencionismo, en la infantil confianza de que la riqueza de las naciones la crea el Estado paternal. «Alguien en Podemos debe de creer que hay un cuadro de mandos en el Gobierno con un botón que pone creación de empleo», tuiteó John Müller tras examinar el prospecto del crecepelo morado. Lo más urgente es el rescate ciudadano, clama el populista, olvidando que el rescate de los ciudadanos lo pagan otros ciudadanos igual que el de Bankia: la misma rescatadora y sangrada clase media de siempre.

Y sin embargo este irrealismo, que sería lo de más en un país menos fulanista, sale aquí muy rentable. La derecha no comunica porque no se cansa defendiendo lo que encuentra obvio, sea el derecho a la propiedad privada o las ventajas de la unidad nacional. Y al contrario, el activismo más rupestre goza de fama romántica por lo que tiene de lucha contra lo establecido. Así que a Iglesias le falta realismo, pero le sobran rapsodas arrebatados. Los don marianos de este mundo, de tan reales, no tienen quien les escriba en esta época inquietante donde al péndulo popular le ha dado por perseguir sus sueños, rebotado de la cruda realidad.

EL MUNDO – 19/02/16 – JORGE BUSTOS