El PNV, un partido más

ALBERTO AYALA, EL CORREO 28/02/13

· La formación de Ortuzar empieza a perder su aura, mientras el Gobierno de Urkullu no logra dar con un guión.

· El cuadro de situación no parece demasiado tranquilizador para un PNV de vuelta al poder, pero al que aún acechan no pocos peligros.

El PNV ha gozado en estos años de autonomía de una especie de aura política que parecía colocarle un peldaño por encima del resto de los partidos. Se trataba de algo inmaterial, virtual, muy probablemente derivado de las enormes cuotas de poder de que han disfrutado los jeltzales, pero que sus adversarios tendían a dar por bueno de forma un tanto sorprendente.

Hace cuatro años llegó la sorpresa. PSE y PP ‘osaron’ unir sus votos y conformar una mayoría parlamentaria para arrebatar Ajuria Enea al partido que llevaba a gala ser el gran eje sobre el que pivotaba toda la política vasca.

Apocalipsis

De inmediato Sabin Etxea se lanzó a una oposición sin concesiones y con escasos límites que se prolongó durante toda la legislatura de López. Una oposición que primero trató de deslegitimar al nuevo poder y que cerró el cuatrienio en tono apocalíptico alertando del presunto riesgo de ‘quiebra’ del país, instalado por la propaganda nacionalista en situación de ‘emergencia nacional’.

Y llegaron las elecciones. Y el PNV repitió victoria con relativa comodidad. Y eligió conformar un Gobierno en minoría para no tener que decantarse ni por PSE ni por EH Bildu (con el PP la suma no da mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria). Posiblemente confiado en que un socialismo deprimido por el duro castigo recibido en las urnas, sin más cuota de poder que ocho ayuntamientos, pronto aparcaría los abundantes agravios del pasado y se avendría a colaborar por un precio pongamos que razonable.

Camino de los tres meses de vida, el gabinete de Urkullu, el PNV, no terminan de encontrar un guión consistente. Ese guión que un partido que presume de su capacidad de gestión debiera haber llevado consigo al poder para afrontar la situación de emergencia en que, según sus propias afirmaciones, nos encontramos.

No ha sido así. De momento, al menos. Por el contrario, el Ejecutivo peneuvista parece afectado por una especie de golpe de calor invernal (sic) que ralentiza la toma de decisiones hasta un punto que empieza a resultar hasta preocupante. Diagnóstico de situación: un encefalograma que se aproxima bastante a lo plano.

Y la cosa aún podía haber pintado un poquito peor para los jeltzales. De hecho, hace poco más de una semana el Gobierno de Urkullu se dispuso a recibir su primer gran sopapo político de la legislatura: la decisión del Parlamento de reivindicar su capacidad para legislar en materia fiscal, hasta ahora competencia exclusiva de los territorios históricos. Al final, la enorme impericia del negociador socialista frustró el acuerdo EH Bildu-PSEUPyD, y entregó un inesperado regalo al PNV y al lehendakari.

Peneuvistas y socialistas solo han alcanzado un gran acuerdo en este tiempo. El pacto garantizaba la elección inmediata del jeltzale Mikel Agirre como nuevo director general de EiTB y ambas formaciones se comprometían a renovar a largo de la legislatura el Arateko, el Tribunal de Cuentas y otras instituciones con personas a su gusto. Vamos, lo que se dice un acuerdo para repartirse cuotas de poder en vísperas de la negociación presupuestaria. Suavizante político para tratar de persuadir al PSE de que respalde las primeras cuentas de Urkullu. Pues bien, hasta eso ha saltado por los aires y por donde menos se esperaba. Agirre dio el lunes la espantada, lo que deja al tándem Urkullu-Ortuzar en una situación delicada. Es como si el aura jeltzale empezara a desvanecerse. Y el desgaste proseguirá si no aparece un recambio con carácter inmediato.

De momento, los nombres que se barajan –Jaime Otamendi o Bingen Zupiria– no terminan de gustar al PSE, en especial el primero. Si es o no simple estrategia para elevar el precio del acuerdo se verá en pocos días.

Ayer, el lehendakari se mojó para intentar cortar la hemorragia en EiTB y se comprometió a mantener el empleo público en el ente. Además, pidió a los partidos ‘realismo’ y huir de ‘maximalismos’ para que haya presupuestos. O sea, lo normal. Lo que haría cualquier lehendakari en apuros y cualquier fuerza política, con o sin aura.

De momento los llamados a esa cena, los socialistas, no parecen haberse puesto en camino hacia el acuerdo, hacia el plácet presupuestario. Al contrario. Otro tanto oc urre con UPyD, que podría ser junto al PP, la ‘solución B’. Un dibujo no demasiado tranquilizador para un partido de vuelta al poder, sí, pero al que aún acechan no pocos peligros.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 28/02/13