NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL

El nuevo laberinto catalán

El covid no ha podido con el ‘procés’. Impactados por el hiperrealismo del coronavirus, las gráficas de contagios y los confinamientos, con un ‘president’ sin casa ni república, que puso pies en polvorosa hace ya tres años, y con otro ‘president’, Quim Torra, que está a punto de dejar de serlo y que anda más preocupado por la corrupción de don Juan Carlos que por la extensión del virus, con todos estos elementos que brotaron durante el estado de alarma, digo, la mayoría de los analistas se apresuraron a despedirse del ‘procés’ con un ‘requiescat in pace’. Craso error. No solo no se ha ido, sino que ha aprovechado la crisis del coronavirus para coger impulso. El independentismo vuelve a exhibir su ya característica mala salud de hierro.

Lo que sí anda en horas bajas es el mal llamado bloque constitucionalista. Lejos quedan ya las banderas de Urquinaona. Ciudadanos se desploma en las encuestas, el Ejecutivo anda enredado en otras madejas y cunde la desmovilización. Hay miedo, un miedo para el que nadie parece querer buscar una vacuna, como si se hubiera archivado el tema catalán y ya no estuviera entre los principales desafíos del país. Pero ¿y si las fuerzas independentistas sacan más de la mitad de los diputados y también más de la mitad de los votos en los próximos comicios? ¿Y si obtienen un 55% o un 60%? ¿Qué hará entonces un Gobierno central que necesita de los diputados nacionalistas y secesionistas?

La debacle de Ciudadanos

Los padres fundadores de Ciudadanos comprueban melancólicos la evolución de un partido que tiempo atrás se vio gobernando España y ganó las últimas elecciones en Cataluña. Según la última encuesta de GESOP para ‘El Periódico’, Cs perdería más de la mitad de sus diputados en esta comunidad, pasando de 36 diputados a 15-16. Figuras como Francesc de Carreras o Albert Boadella, alertados por la indolencia que se respira en el resto de España ante la debacle del frente no-independentista, trasladan su preocupación a Inés Arrimadas y la conminan a que ponga en marcha cuanto antes un Plan B para remontar las encuestas.

Alejada la idea de una fusión fría con el PP después del fiasco vasco y la cerrazón del líder del PPC, Alejandro Fernández, a ir juntos en una misma lista, Cs ha puesto en marcha un proceso de selección para renovar sus filas con nombres de la sociedad civil, un chispazo a lo Coca-Cola con el que recuperar el carisma perdido. Se cuestiona el liderazgo de Lorena Roldán y se especula, además, con recuperar y rehabilitar la figura de Jordi Cañas, un rostro de sobra conocido en Cataluña y baqueteado en disputas dialécticas en las tertulias TV3.

La Lliga Democràtica, el proyecto neonato de Josep Ramon Bosch, Astrid Barrio y Antoni Fernández Teixidó, también se ha ofrecido a integrarse en la lista de Ciudadanos para evitar la balcanización del bloque constitucionalista y ganar masa crítica de cara a los próximos comicios. Francesc de Carreras será uno de los notables que presenten el nuevo libro de Bosch, ‘Cataluña, la ruta falsa’, el próximo mes de septiembre, víspera electoral.

El ‘president’ Illa y el deprimido Iceta

Miquel Iceta se encuentra de perfil bajo. Ni tiene proyección pública, ni se le sitúa ya entre los pretorianos de Pedro Sánchez más allá de los memes que circulan por WhatsApp con sus bailes sobre el escenario. Deprimido tras su intento fallido de llegar a la presidencia del Senado, el secretario general de los socialistas catalanes parece haberse perdido entre los pasillos del laberinto catalán. El PSC sube con fuerza en los sondeos, pero con la sensación de que podría capitalizar aún más su bolsa electoral aprovechándose de la caída de Cs y del hecho de que su partido se encuentra en la Moncloa y ha abierto las puertas de la negociación.

En el frente no-independentista andan convencidos de que, con un candidato distinto para optar a la Generalitat, los números mejorarían, que podrían competir en igualdad de condiciones con las formaciones secesionistas JxCAT y ERC. Ese candidato no es otro que Salvador Illa, el ministro con rictus de fontanero ‘arreglalotodo’, el ministro al que se rifaban para los mítines en las campañas gallega y vasca, tal vez un futuro ‘president’.

En una entrevista en ‘Más de Uno’, fue preguntado al respecto: «La figura más relevante del PSC es Miquel Iceta. Yo estoy dedicado a mis tareas del ministerio, un encargo que me hizo el presidente y del que me siento muy honrado».

Puigdemont pone los clavos al ataúd de CDC

Lo ha vuelto a hacer. Su mesianismo supera con creces al de Artur Mas. Multiplica los panes y los peces, separa las aguas del Mar Mediterráneo como Moisés separaba las aguas de Mar Rojo y se saca del magín el enésimo partido independentista y los arrastra a todos, incluso a los que renegaban de él, los que decían que había perdido el oremus, que lo mejor era llevarle en furgón a Soto del Real. Esos también se pasan al nuevo partido de Puigdemont.

Los arrastra a todos. También al PDeCAT. Siempre dijo que se encargaría de enterrar a CDC, esto es, la herencia de los Pujol y la gestión autonomista de Mas, y lo va a hacer. Este sábado pondrá los clavos al ataúd del PDeCAT, formación heredera de Convergència.

David Bonvehí, el hombre que puso la cúpula de CDC a guardar el castillo tras el escándalo del 3%, ha capitulado y entregará las llaves a Puigdemont. En el Grupo Caixa, factótum catalán por antonomasia, siempre guardaron la esperanza de que el PDeCAT pudiera cortar el cordón umbilical con el ‘expresident’, mantenerse como partido autónomo, conservar las esencias de Convergència y resucitar a un Artur Mas que nunca ha terminado de irse.

Nada más lejos de la realidad. Salvo contadas excepciones, el grueso del PDeCAT se pasará a Puigdemont. Como los presos, como los ‘consellers’, como los apóstatas.

Los clavos del ataúd del PDeCAT también los quiere poner en el de Esquerra, su compañero de Gobierno en el Parlament. «¿Qué quiere Junqueras? ¿Ser el ‘president’ de una Cataluña autonómica? ¿O es que les da miedo continuar con el enfrentamiento con el Estado?», decía del líder de ERC en el primer volumen de sus memorias, tituladas ‘Me explico. De la investidura al exilio (2016-2017)’, un libro de 700 páginas.

Junqueras y los 13.000 votos

A Oriol Junqueras se le ha quedado cara de eterno perdedor. Fue incapaz de rentabilizar la coyuntura de estar en prisión mientras su compañero de gobierno, y sobre todo rival político, Puigdemont, salía huyendo de la Justicia. Junqueras levantó el brazo creyéndose ganador en el último cómbate por la presidencia a la Generalitat, pero los árbitros dieron por vencedor a los puntos al fugado de Waterloo. Por solo 13.000 votos.

Aunque sigue sin tenerlas todas consigo, ERC cuenta con serias opciones de revertir la situación. Los sondeos le sitúan por encima de JxCAT por eso de que la sociedad catalana ya no se encuentra bajo el impacto del 155 ni la declaración de independencia que tanto espolearon a Puigdemont. Junqueras planea devolvérsela al ‘expresident’ con un tripartito de izquierdas con PSC y Comunes. Es un escenario verosímil, incluso si los republicanos vuelven a quedar en segunda posición. La aritmética juega esta vez a su favor.

En su entrevista en TV3 tras salir de prisión, Junqueras lo descartó de plano: «Los dirigentes del PSC, que saben que soy una persona honrada, honesta y buena persona, tendrán trabajo para aguantarme la mirada. Por el amor de Dios». Los socialistas entienden que se trata del discurso oficial y que no podrán pactar con ellos, ni en Cataluña ni en Madrid, hasta después de los comicios. La profunda animadversión que se profesan ERC y JxCAT supera con creces las reticencias que puedan tener los republicanos a llegar a acuerdos con los socialistas.

Pascal, Recorder, levantar Cataluña

El Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) es una formación fundada en 1978 por Miquel Roca que ahora ve revivir sus siglas de la mano de Marta Pascal y Lluís Recoder, dos representantes de la política catalana laminados por la apisonadora secesionista de Puigdemont. Es un partido nacionalista de derechas cuyo programa no gira tanto en la relación de España con Cataluña, que ventilan con el referéndum pactado, como en el eje económico. Tratan de ejercer de contrapeso a las políticas de los partidos de izquierdas en un momento de crisis galopante.

Su lema de campaña, dicen, podría ser perfectamente el «levantar Cataluña» que Pujol empleó en el 80 para alcanzar el poder. El libro que ha escrito Pascal para explicar y explicarse, con prólogo de Urkullu, es toda una declaración de intenciones. El PNC es una formación con la que, a falta de otras opciones, se podrían sentir identificados personajes relevantes de la sociedad catalana como Pau Relat (Fira de Barcelona) o Javier Faus (Círculo de Economía).

¿A su favor? Pasan a ocupar un espacio electoral ahora huérfano. ¿En contra? La capacidad de seducción de Puigdemont, maridado con un claro síndrome de Estocolmo, succionará como una ventosa al PDeCAT e impedirá una fuga de cargos hacia el PNC a excepción del algún pequeño desguace ‘ad personam’.

Sea como fuere, el éxito de este nuevo invento dependerá de su capacidad para entrar en el Parlament y balancear el equilibrio de poderes a uno u otro lado, para lo cual, gracias a la atomización de la política catalana, les bastaría con un puñado de diputados. Calculan cuatro: tres por Barcelona y uno por Tarragona.

Dos ‘presidents’, dos calendarios

¿Y cuándo serán finalmente las elecciones?

La fecha para los próximos comicios es el 4 de octubre. Es la elegida por Carles Puigdemont. El fugado en Waterloo tiene previsto lanzar su nuevo partido este sábado 25 de julio para, días después, publicar un manifiesto de confrontación con España con una banda sonora que recuerde a la de 2017; luego convocar elecciones a mediados de agosto, con el Parlament de vacaciones, y fijar la fecha para el 4-O, primer domingo después del 1-O, día totémico del independentismo. Así se adelantaría a la decisión del TS de inhabilitar a Torra.

El actual inquilino de Casa dels Canonges —su residencia durante la cuarentena— juega con un calendario alternativo ante los imprevistos que pueda generar la pandemia. A Torra le podría interesar convocar justo después de su comparecencia en el Supremo, ya en septiembre, e irse a elecciones a finales de noviembre. Por dos motivos: uno, si le inhabilitan en vísperas de ir a votar, a Puigdemont le dan la campaña hecha; y dos, si el TS decide aparcar la decisión para no interferir en los comicios, Torra podría seguir como ‘president’ hasta prácticamente finales de año, una salida relativamente digna para un mandatario cuestionado por propios y ajenos.

En el imaginario colectivo catalán existe la convicción de que, más allá de lo que subrayen las encuestas, Puigdemont volverá a ganar las elecciones, que se sacará un nuevo conejo de la chistera para arrebatar la victoria a Junqueras en los minutos de descuento. Sin embargo, que esto sea así no le da, en esta ocasión, la seguridad de hacerse con la presidencia de la Generalitat, pues tiene al resto de formaciones en contra, ya sean independentistas como no independentistas, que harán de tripas corazón para sumar y salir del bucle en el que anda metida la política catalana desde el 1 de octubre de 2017.

También es cierto que con JxCAT y ERC, hijos putativos de Maquiavelo, no se puede descartar ningún escenario. Tampoco la vuelta a los días de ruido y furia. Mientras tanto, Cataluña continúa con su progresivo declive acelerado por la crisis del coronavirus.