Alberto Pérez Giménez-Vozpópuli

Mariano Rajoy, tras ser agredido 48 horas después de un agrio debate con Pedro Sánchez en plena campaña electoral, pidió «moderación» y no sacar rédito político del puñetazo. ¿Alguien se imagina lo que sucedería hoy…?

“No hay que darle más importancia que la que tiene. Somos un pueblo civilizado, tranquilo y moderado y esta es la excepción que confirma la regla. Que haya uno, dos o tres que hagan lo que no tienen que hacer no nos debe hacer sacar conclusiones que no sean acertadas”. Mariano Rajoy acababa de recibir un puñetazo en plena la cara en las calles de Pontevedra por parte de un joven. Una agresión en toda regla que le destrozó las gafas.

Era el miércoles 16 de diciembre de 2015, en plena recta final de las elecciones generales que tendrían lugar el domingo 20. A Mariano Rajoy le preguntaron por la relación entre el puñetazo y el tono agresivo que el entonces candidato socialista, Pedro Sánchez, había adoptado en el debate televisado de 48 horas antes. “No, no, no. Extraer consecuencias políticas es algo que no se debe hacer”.

El presidente del Gobierno, líder del PP y candidato a la Moncloa, lejos de aprovechar políticamente la agresión, insistió en “huir de los extremismos» y pidió “moderación”: «Somos un pueblo moderado, y los gallegos de manera muy especial, somos gente tranquila, formal y seria”.

Rajoy pidió tranquilidad y un asesor de Sánchez…

Mientras el agredido pedía tranquilidad y no usar políticamente el puñetazo sufrido, en la prensa, un asesor de Pedro Sánchez, hoy presidente del Ateneo, Luis Arroyo, hacía cábalas sobre el beneficio que la agresión podría tener para el PP en las elecciones en un artículo titulado “Ay, pobre. El efecto electoral del puñetazo”, en el que aseguraba que “la prueba de que el puñetazo pudo dolerle a Rajoy, pero no tanto al PP, es el enorme ejercicio de Photoshop que hizo este jueves el diario ABC en su portada tiñendo de rojo sangre el rosado que ese cretino dejó en la cara del presidente del Gobierno” …

Ocho años después, el PSOE de Pedro Sánchez se sitúa en las antípodas de Mariano Rajoy y, fiel a la hoja de ruta que diseñó ya en julio pasado y a los asesores dispuestos a aprovechar cualquier situación, se ha lanzado a una campaña de victimización y a aprovechar todo incidente provocado por esos “uno, dos o tres” que decía Rajoy para sacar todo el rédito político que le sea posible.

Sánchez, Moncloa y el PSOE están convencidos de que el miedo a Vox y a los gobiernos del PP con los de Abascal, es la única forma que tienen de evitar que sus hipotecas con los independentistas, con Puigdemont, con los herederos de ETA, les pase factura en las próximas elecciones en Galicia, País Vasco y en Europa.

A Sánchez le funcionó en julio: mientras él ordenaba posponer sus pactos con Bildu en Navarra y Pamplona, los barones del PP ‘pasaban’ de Génova y se lanzaban a pactar con Vox públicamente. Y algunas decisiones de los nuevos gobiernos municipales de la derecha (borrar los bancos pintados de arcoíris o vetar una obra de Virginia Wolf, por ejemplo) ayudaron a aventar ese fantasma.

Siguiendo ese plan, Sánchez, Moncloa y el PSOE se han lanzado estos días, con denuncia en los tribunales incluida, a presentarse como una víctima de un supuesto delito de odio. ¿Alguien se imagina cómo estarían las terminales mediáticas y el equipo nacional de opinión sincronizada si a Pedro Sánchez, como a Mariano Rajoy, le hubieran agredido físicamente?

El PSOE, cuyas Juventudes de la Vega Baja se fotografiaron con una guillotina y una imagen de Rajoy decapitado; el PSOE, cuyo gobierno financió a través del Ministerio de Igualdad un espectáculo en Cataluña en el que una drag queen apaleaba un muñeco de Isabel Díaz Ayuso; el PSOE, cuya vicepresidenta y socia de Gobierno, Yolanda Díaz, se lamentaba por no haber guillotinado a un rey…

¡Qué lejos queda Rajoy y su exigencia de no sacar rédito político a un puñetazo que le voló las gafas! Si en vez de un muñeco, el agredido es Sánchez…

Hay decenas y decenas de ejemplos en los que el PSOE ha alentado o ha guardado un silencio cómplice ante situaciones tan graves o más que la vivida en Ferraz la noche del 31 de diciembre. Sánchez y los suyos no van a dejar pasar ni una ocasión de convertir el silencio o la complicidad de entonces, en el grito en el cielo de ahora. Y Vox y sus juventudes y satélites están dispuestos a entrar en el juego.

La hipocresía del PSOE la dejó clara en su exposición en el pleno de reprobación del ayuntamiento de Madrid a Ortega Smith la vicealcaldesa de Madrid. Uno tras otro, Inmaculada Sanz fue desgranando los escraches, las agresiones, los insultos del PSOE y sus socios. Por no hablar de la navaja ensangrentada que recibió Reyes Maroto como una peligrosa amenaza terrorista… de un enfermo de esquizofrenia que puso en el sobre sus nombres y apellidos y su dirección verdadera, y que hoy el Gobierno se niega a decir si hay alguna investigación abierta.

Con estos bueyes hay que arar. El PSOE va a utilizar todos los mecanismos que ya controla, desde los medios de comunicación públicos a la Fiscalía, para sacar el máximo partido a cualquier incidente. Y Vox, como lo demuestra el que Ortega Smith siga con su acta con el beneplácito de Abascal, está dispuesto a servir de muleta del plan socialista.

Si en Vox, como siempre se defiende, el partido está por encima de las personas, Ortega Smith debería haber entregado el acta como se obligó al socialista Biondi tras tocar la cara del alcalde. Por supuesto que Ortega no agredió directamente al portavoz de Más Madrid, como tampoco Biondi abofeteó a Almeida. ¿Había que esperar a que la botella de agua hubiera dado a Eduardo Rubiño o que las palmadas de Biondi hubieran sido bofetadas?

Hasta las elecciones europeas vamos a presenciar una victimización constante del presidente del Gobierno y de los socialistas. A la piñata, al presidente colgado por los pies, se suman filtraciones de supuestos pinchazos de ruedas a miembros de la Ejecutiva socialista y casas del pueblo con pintadas exageradas por un Patxi López que siempre estuvo dispuesto a silenciar los últimos actos proETA de sus socios de Bildu… Todo con tal de ocultar sus pactos con Puigdemont, Otegi y Junqueras y azuzar el ‘miedo al facha’.

¡Qué lejos queda Rajoy y su exigencia de no sacar rédito político a un puñetazo que le voló las gafas! Si en vez de un muñeco, el agredido es Sánchez…