Felipe VI ha hecho su preceptiva ronda de consultas para comunicar a Francina Armengol que encargaba la tarea de intentar la investidura a Alberto Núñez Feijóo casi un mes después de las elecciones generales y después de una insistente presión de las izquierdas nacionales. El argumento de la presión, que después de la decisión del Rey solo mantenía El País, con un titular a cinco columnas que decía: «El Rey propone a Feijóo para una investidura abocada al fracaso».
En realidad, Felipe VI ha hecho lo que le correspondía. Ha recibido a los grupos que han tenido a bien acudir a su llamada y entre los dos candidatos a la investidura ha comparado datos. Y le salía que Feijóo estaba apoyado por 172 escaños (137 del PP, 33 de Vox, 1 de UPN y 1 de CC). Sánchez estaba apoyado por 152 (121 del PSOE y 31 de Sumar). Las dos mayorías eran insuficiente, pero la insuficiencia del PP era 20 escaños más suficiente que la de Pedro Sánchez. La izquierda pretendía, por lo visto, que el Rey diera por buena la coalición de perdedores que seguramente formarían PSOE+Sumar+Junts+ERC +EHBildu+PNV. A lo mejor, porque tres de los posibles socios no han acudido a la invitación real y el cuarto, el PNV, no ha expresado voluntad de votar. Podría habérselo preguntado a Sánchez en un peligroso alarde de credulidad, pero en fin, afortunadamente, el Rey se ha limitado a constatar los hechos. El único miembro del sanchismo que se ha dado cuenta del estado de las cosas ha sido el propio Sánchez, que ya la víspera de la decisión del Rey admitía que se presentara Feijóo , para ir él después, tras su previsible fracaso.
Algo que no prevé Sánchez es que cada cesión que haga (y está dispuesto a hacerlas todas) no solo le acerca a su objetivo de permanecer más en la Moncloa. Sobre todo le acerca más al objetivo de sus futuros socios. Puchi, Junqueras y Otegi estarán en disposición de exprimir un poco más de zumo. El PNV no tanto: el error de Ortuzar es haber comprometido su apoyo a Sánchez antes de pedir su porqué. Bueno, siempre están a tiempo de cambiar que en ellos el compromiso nunca es definitivo. Y a partir de ahí todo va a ser un calvario con tantos escaños flotantes. Cada votación de presupuestos o de otra naturaleza va a ser un crujir de dientes, mientras los 172 votos antisanchistas de Feijóo van a ser una oposición bastante firme, en mi opinión.