Iñaki Ezkerra-El Correo
Si fuera un valor absoluto en la vida pública, debería dimitir toda la clase política
Hay muchas maneras de intentar neutralizar a la oposición, como, por ejemplo, la de sacarle sus propios trapos sucios. Es la técnica del contraataque o del ‘y tú más’, que han usado todos, y que en momentos de obscenidad histórica puede llegar a la falsa imputación y la calumnia (Goebbels). También se pueden justificar las propias pifias y fechorías en nombre de un alto ideal y del famoso ‘la Historia me juzgará’ (Torra y todos los dictadores) o tender cortinas de humo con temas coloristas y extravagantes que distraigan al personal (Zapatero), o no hacer acuse de recibo de las críticas y oírlas como si se oyera llover (Rajoy), o admitir la responsabilidad y poner cara triste (Urkullu en sus explicaciones sobre el vertedero de Zaldibar) para dar más pena que los afectados por la desastrosa gestión. Todas ellas son técnicas clásicas del guiñol político. Lo que no se había ensayado hasta hoy es la insólita táctica que ha inaugurado Carmen Calvo de eludir toda explicación sobre un escándalo como el del episodio protagonizado por José Luis Ábalos y Delcy Eloína Rodríguez en el aeropuerto de Barajas, argumentando que ese tema no es interesante y decretando un bolivariano toque de queda en el pensamiento. ¿Desde cuándo se rige por el criterio de lo interesante el debate político español, que no sale de la Guerra Civil y que es la suma expresión del tedio? Si lo interesante fuera un valor absoluto en la vida pública, debería dimitir toda la clase política en pleno.
«¿A quién le interesa Venezuela?», pregunta Carmen Calvo en un momento en el que Venezuela no deja de llenar páginas en la prensa y en el que Zapatero no sale de Caracas ni con agua hirviendo. «Hay que hablar de lo que interesa a la gente», repite por consigna todo el sanchismo, incluido el mismo Ábalos, que tiene motivos para no interesarse a sí mismo. La que sí ha entendido lo que de verdad interesa a la gente es Irene Montero, que ha hecho circular un vídeo ridículo de la tartita con velas con la que le ha felicitado el cumpleaños su equipo ministerial de enchufadas y enchufados haciendo alarde de un servilismo casposo y repulsivo hacia ‘la jefa’ que no se da en otra parte del Globo que no sea el régimen de Maduro y que es la antítesis de la Igualdad con mayúscula de la que se ocupa ese Departamento. En el vídeo se puede observar cómo quien llegó al poder por sus indiscutibles méritos de cajera se lleva al bebé al curro para que se lo cuide el personal a su servicio en nombre de la utopía social. Como podrán hacer todas las trabajadoras de este país en cuanto la señora de Iglesias saque adelante esa Ley de Igualdad que las hará a todas iguales a ella. Sí, interesantísimo.