El secreto mejor guardado

Sería conveniente que el presidente fuera corrigiendo los errores con hechos. Su error no fue contactar con ETA, sino hacerlo creyendo que ésta estaba a punto de cerrar el negociado. Van saliendo a la luz los pormenores de unos contactos negados oficialmente, donde le volvieron a enredar en la dinámica de los ‘duros’ y los ‘blandos’. Como en Suiza y en Argel.

Debería ser una jornada festiva la de hoy por constituirse los ayuntamientos elegidos el pasado 27 de mayo. Pero en Euskadi asistiremos a la anomalía de la configuración de unas corporaciones que confirmarán el regreso de una parte de la ilegalizada Batasuna a las instituciones locales, con una ETA instalada detrás de la amenaza de su ruptura del alto el fuego y con la persistencia, en su entorno, de ir desgranando en los relatos todo lujo de detalles de los encuentros mantenidos con el Gobierno. Se sabía que iba a ocurrir esto. Es lo que suele hacer ETA cuando se rompen las negociaciones con el Gobierno de turno.

Es quizás por eso un juego inútil el que pretendía realizar ayer el portavoz socialista, López Garrido, al decir a todo que no y a preguntarnos a quién vamos a creer: a una organización terrorista o a un gobierno democrático. Se trata de una falsa disyuntiva. Nadie, salvo ellos, se pesan en la misma balanza. El resto de los mortales lo que hacen es aplicar el mismo método en todos los casos. Veamos: si se cree en la publicación de los anuncios cuando comunica un alto el fuego, o la ruptura del mismo, ¿por qué no se le va a creer cuando cuenta los detalles de los contactos mantenidos con el Gobierno?

Resulta ciertamente desestabilizador para el Ejecutivo que ahora vayan saliendo a la luz los pormenores de unos contactos negados oficialmente (algo parecido le ocurrió al PNV al romperse la tregua del 98). Por eso sería más conveniente que el presidente Zapatero fuera corrigiendo los errores con hechos. Porque su error no fue contactar con ETA sino hacerlo creyendo que la organización terrorista estaba ya a punto de cerrar su macabro negociado. Él no lo cuenta. Pero otros sí. Y ahora se conoce que le volvieron a enredar en la dinámica de los «duros» y los «blandos». Como en Suiza. Como en Argel.

Pero lo peor es que después del golpe anunciado, el presidente siga convencido de que la ruptura de la tregua se debe a los «descerebrados» de la banda. Así se lo dijo a todos los interlocutores parlamentarios del Congreso de los Diputados. Y ante semejante planteamiento, los representantes de ERC, por ejemplo, le contestaron: «pues a esperar, hasta que ganen los blandos».

Con este ambiente de injerencia de ETA en el proceso postelectoral, y con ANV reclamando su presencia en las 107 localidades anuladas, se constituyen los Ayuntamientos con la percepción de que, en algunos casos, los pactos sellados entre el PNV y PSE ha obedecido a razones que sobrepasan los límites municipales.

Esa es la impresión del concejal de Getxo, Luis Almansa, que después de haber prometido a sus electores el «cambio» en un municipio gobernado tradicionalmente por el PNV, y en donde este partido ha empatado a concejales con el PP, la disciplina de partido le obliga a facilitar la gobernabilidad a los nacionalistas. Adiós al cambio. Ese es un acuerdo cuyas razones pertenecen también al baúl del secreto mejor guardado.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/6/2007