Una paz romana

Montesquieu: «(Los romanos) no hacían nunca la paz de buena fe, y en su deseo de invadirlo todo, sus tratados no eran, en realidad, más que una suspensión de hostilidades, y ponían en ellos condiciones que empezaban siempre por arruinar al Estado que las aceptaba». Está todo inventado, presidente.

Comprendo, querido presidente, que en días como éste estará usted ocupado tratando de poner orden en el patio partidario, en lo que sus socios de Esquerra llaman ‘el corral’ o ‘el gallinero’, sin provocarles a ustedes ese prurito cuyo secreto sólo tiene el partido de la oposición. La dimisión de Simancas ha completado el ajuste necesario después del muy relativo éxito alcanzado en Madrid. Tal vez debió proceder hace cuatro años, en vez de sostener a machamartillo la muy improbable teoría de que el PP compró al custodio de sus votos en el XXXV Congreso del PSOE y a otra parlamentaria autonómica. O sea, el ‘tamayazo’, que las teorías conspiranoicas no se dan sólo en torno al 11-M.

Desgraciadamente, hay vida más allá del partido, presidente. Su proceso, un suponer, ha conocido este fin de semana dos malas nuevas: los servicios antiterroristas anuncian que ETA se prepara para volver a su actividad ordinaria y una nueva oleada de cartas de extorsión. Se han denunciado nueve y evidentemente hay muchas más. Las misivas piden ahora más dinero, 150.000 euros y llegan con la puntualidad de siempre, a primeros de mes, como la hipoteca. No han dejado de llegar durante la tregua, aunque sus verificadores y ustedes mismos pasaron a llamarse andanas. El Ministerio del Interior se puso a investigar si las cartas «son o no legítimas» (sic) (14-4-2006) aunque, concedámosle el beneficio de la duda, tal vez quiso decir «auténticas». Recuerde cómo usted mismo empezó explicando que (las cartas) «no reflejan elementos de gravedad» (17-4-06), que estaban fechadas «antes del alto el fuego» (18-4-06) y que «estamos verificando, pero no parece que sea una estrategia de ETA» (25-7-06).

Debería empezar a rectificar. Recuerde que más vale tarde y que formar gobierno en Navarra con Na-Bai no va a conjurar la amenaza. Me permito recomendarle un librito de Montesquieu, ‘Grandeza y decadencia de los romanos’. Todo no es Pettit, presidente, también están los clásicos. Permítame ofrecerle tres perlas del libro que le digo sobre treguas, negociaciones, compraventas de paz y otras formas de extorsión, que le habrían evitado algún sofoco:

«(Los romanos) no hacían nunca la paz de buena fe, y en su deseo de invadirlo todo, sus tratados no eran, en realidad, más que una suspensión de hostilidades, y ponían en ellos condiciones que empezaban siempre por arruinar al Estado que las aceptaba ( ) Otras veces, trataban la paz con un príncipe en condiciones razonables, y cuando las había ejecutado, añadían otras de tal suerte, que aquel príncipe se veía obligado a comenzar de nuevo la guerra. ( ) (En su decadencia) unas veces la cobardía de los emperadores, otras la debilidad del imperio, impulsaron a comprar a los pueblos que amenazaban invadirlo. Pero la paz no puede comprarse, porque quien la ha vendido se encuentra con ello en mejores condiciones para hacerla comprar nuevamente». Está todo inventado, presidente.

Santiago González, EL CORREO, 5/6/2007