EL MUNDO 28/09/15 – EDITORIAL
· La apuesta soberanista de Artur Mas y Oriol Junqueras se estrelló ayer en las urnas. Los catalanes han evidenciado que no quieren la independencia porque la suma de los votos de Junts pel Sí y CUP no llega al 48%, una cifra que revela que la sociedad catalana está partida en dos y que deslegitima cualquier intento de secesión.
Es cierto que la lista única que encabeza Raül Romeva y la CUP han logrado 72 escaños, ligeramente por encima de los 68 que marca la mayoría absoluta. Pero ello no oculta el retroceso de la marea nacionalista que queda en evidencia por dos datos demoledores.
El primero es que CiU y ERC había obtenido un total de 71 escaños en las elecciones autonómicas de 2012. Ahora bajan a 62, un durísimo golpe de los electores. Y el segundo dato adverso es que CiU, ERC y la CUP sumaban 74 escaños y ahora Junts pel Sí y la CUP sólo han obtenido 72.
Artur Mas y los suyos han insistido en que estos comicios eran un plebiscito. Pues bien, lo han perdido. Por mucho que quieran disimular sus líderes, el nacionalismo ha sufrido una derrota en las urnas y ello porque Junts pel Sí ni siquiera ha podido llegar al 40% de los votos pese a que se presentaba como una coalición de fuerzas diversas que representaban a toda la sociedad civil catalana.
Mas ha utilizado las instituciones con fines propagandísticos, ha convertido TV3 en un órgano de partido, ha despilfarrado el dinero público, se ha envuelto en la bandera de todos y se ha presentado como el paladín que iba a llevar a Cataluña a la independencia. Sólo ha conseguido perder votos y dividir a los catalanes. Es impensable que pueda seguir liderando su partido y presidiendo la Generalitat.
Tampoco se lo va permitir la CUP, que es la fuerza política que más crece en términos relativos al pasar de tres a 10 escaños. Es una organización de extrema izquierda, que defiende la violencia en la calle, promueve el movimiento okupa y propugna la salida de Cataluña de la Unión Europea. Su cabeza de lista, Antonio Baños, declaró anoche que hay que romper de inmediato con la legalidad española. Fue precisamente David Fernández, el verdadero líder de la CUP y el hombre que esgrimió una sandalia en el Parlament, quien aseguró hace pocas semanas que nunca apoyarían la investidura de Artur Mas. Si mantienen su posición, los días políticos del actual presidente de la Generalitat están contados.
¿Quieren Mas y Junqueras proclamar la independencia de la mano de un partido de extrema izquierda que cuestiona la propiedad privada de los medios de producción? No hace falta ser adivino para suponer que las bases de Convergència deben estar asustadas con la mera posibilidad de esta alianza.
Los resultados de ayer trazan un escenario de enorme inestabilidad política en Cataluña, con la posibilidad de que el nuevo Govern no pueda terminar la legislatura ni, por supuesto, llevar a cabo sus planes independentistas.
En el espectro de los partidos constitucionalistas, el gran triunfador de las elecciones es Ciudadanos, que logra un espectacular resultado al pasar de 9 a 25 escaños y triplicar sus votos. Ello supera todas las expectativas previas.
¿Cuál es la clave de este importante avance? La explicación es que una parte del tradicional voto del PP y del PSC ha ido a parar a la formación de Albert Rivera, que ha acertado en la campaña con sus mensajes. No hay duda de que estos resultados convierten a Ciudadanos como la gran alternativa al nacionalismo a medio plazo.
Por el contrario, el PP baja de 19 a 11 escaños, lo que pone en evidencia que sus planteamientos no han llegado al electorado. De la parálisis en su acción política a la improvisación a última hora, el PP es uno de los perdedores de la noche de ayer. Xavier García Albiol no ha podido remontar el hundimiento del partido, castigado por los casos de corrupción a nivel nacional y por el episodio de La Camarga, que restó autoridad moral a Alicia Sánchez Camacho para dirigir el partido en Cataluña.
Las encuestas eran muy malas para el PSC, que al final ha acabado salvando los muebles. Pasa de 20 a 16 escaños, una caída tolerable que refuerza a Miquel Iceta, un veterano dirigente que ha intentado enderezar el discurso errático del partido, con algunos guiños de empatía hacia su clientela. Los resultados son un alivio para Pedro Sánchez.
El que ha fracasado totalmente en Cataluña es Pablo Iglesias, cuyas siglas han quedado en 11 escaños y menos del 9% de los votos. ICV, la marca de Izquierda Unida en esta comunidad, había sacado 13 representantes en los anteriores comicios. Catalunya Sí Que Es Pot, integrada por Podemos y algunas pequeñas formaciones, ha logrado unos resultados muy malos por dos motivos: su falta de definición respecto al soberanismo y el error al elegir a Luis Rabell como cabeza de lista. Rabell es una persona sin carisma, que hace unos meses se declaraba partidario de la independencia y que de ninguna manera encarnaba la regeneración que propugna el partido de Iglesias.
Pablo Iglesias tiene muchas razones para estar preocupado porque los resultados en Cataluña pueden ser interpretados en el contexto de la fuerte y prolongada caída en las encuestas desde esta primavera. En Cataluña, su discurso no ha llegado a los ciudadanos, lo que debe abrir una seria reflexión entre sus militantes. El fracaso de Podemos es todavía más sangrante si se tiene en cuenta el giro a la izquierda del electorado catalán, expresado en el avance de la CUP.
La última de las formaciones que aspiraba a entrar en el Parlament era Unió, que no ha podido alcanzar el 3%, por lo que queda sin representación. Es una pena que el nacionalismo moderado haya recibido este tremendo castigo de las urnas.
No deja de ser una contradicción difícil de entender que el electorado de CiU, formado tradicionalmente por una burguesía moderada, se haya quedado sin un solo diputado. Ello sólo se puede explicar porque Mas ha arrastrado a sus posiciones a ese sector de la sociedad catalana.
Haciendo balance de los resultados, las expectativas nacionalistas han quedado muy frustradas, pero ello no debe servir de excusa para paralizar la necesaria regeneración que necesita España para hacer atractiva la convivencia a todos los ciudadanos, sin distinción de ideologías ni de territorios.
Ha llegado la hora de trabajar todos juntos para, por decirlo en términos orteguianos, asumir el reto de vertebrar España, lo que consiste en crear una ilusión colectiva que aglutine el esfuerzo de todos sus habitantes. Los resultados de ayer crean un escenario adecuado para avanzar en esa dirección.
EL MUNDO 28/09/15 – EDITORIAL