Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Pasadas, y ya casi olvidadas, las turbulencias financieras que aparecieron con la quiebra del Silicon Valley Bank y continuaron con el desplome y posterior venta del Credit Suisse, el euríbor vuelve a su senda de crecimiento y se aproxima peligrosamente al 4%. Un nivel, ciertamente incómodo que tiene dos efectos. Por un lado ataca a las rentas de las persones endeudadas que ven mermar su capacidad de compra al tener que destinar un porcentaje mayor de sus ingresos al pago de la hipoteca. Por otro, retrae las compras de nuevas viviendas, al encarecer con dureza su financiación. Las ventas de pisos han caído en España un 6% en el mes de febrero en comparación con las registradas en el mismo mes de año anterior. Una tendencia que, seguro, se habrá mantenido en lo meses transcurridos desde entonces.

La vivienda es un sector de síntesis que agrupa a los materiales de construcción, al vidrio, los plásticos, los electrodomésticos, las pinturas, la madera y una largo etc. Tan largo, que la evolución de sus ventas supone un buen termómetro de la coyuntura general. Por su parte, para dulcificar el impacto sobre las rentas, el gobierno ideó un plan que fue anunciado con trompetería y fuegos artificiales y aprobado por el Consejo de Ministros en enero, en forma de ‘código de buenas prácticas bancarias’. Como siempre, las ayudas iban a ser no solo generosas, sino también generales e iban a alcanzar a un millón de familias.

Ya sabe que, para este Gobierno es mucho más importante anunciar ‘lo que va a hacer’, que siempre es un espectáculo fastuoso, que ‘hacer’, lo que suele tener una dimensión mucho más modesta. Esta vez sucede lo mismo y el Banco de España, tras estudiar la situación y calibrar las condiciones exigidas para recibir las ayudas, ha reducido el número de posibles beneficiarios a la quinta parte, es decir a tan solo 200.000 familias. La realidad es aún más decepcionante y va mucho más lenta, pues hasta la fecha tan solo se han acogido a ella 9.000 familias.

Estamos en lo de siempre, las intenciones son buenas y el problema, que es real, va empeorar, una vez que el proceso que lo desencadena, que es la subida de los tipos de interés no ha finalizado. Pero las medidas se adoptan con exceso de precipitación y carencia de rigor. La vicepresidenta Calviño inició su mandato en la economía española con el depósito lleno de confianza técnica y respeto popular. Desde entonces lo ha vaciado por causa de su excesiva sumisión a un presidente del Gobierno que, entre sus muchas virtudes, no figura la de la consistencia técnica. Pues es una pena.