El tuteo nacional

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 12/01/16

· Hace más de 30 años, cuando ya llevaba unos cuantos evadiendo impuestos, el presidente Jordi Pujol tuvo un incidente con los periodistas que le aguardaban en la sala de prensa. Pujol entró en la sala y no todos se levantaron. Yo veía la escena desde fuera. Ya había notado en otras ocasiones su incomodidad cuando los periodistas seguían sentados a su paso.

A mí no me importaba levantarme. Es más, entendía su exigencia. Pero tenía algún problema personal con un hombre que siempre llegaba a las ruedas de prensa con gran retraso, que nunca había pedido perdón por hacerlo y que cerraba la boca a las preguntas incómodas con una altanería algo zafia. Así que esperaba fuera. Desde la puerta vi cómo se encaraba con el grupo:

– Ustedes se levantarían si entrara el presidente del Gobierno de España. Y deben hacer lo mismo cuando entra el presidente de la Generalidad.

Pensé en él, pienso en él todo el tiempo que me ocupo de la farsa sucia de la política catalana, la tarde del domingo en el pleno parlamentario que nombró presidente a un hombre que se ha comprometido a destruir en 18 meses máximo el Estado español. Las mentiras y la indigencia intelectual de los protagonistas del Proceso se manifestaron con la exuberancia acostumbrada. Pero la devastación de las formas alcanzó un nivel inédito. Ayudó que el nuevo presidente sea un alcalde: el viciado aire doméstico que alcanzó su respuesta a los portavoces (en especial al inenarrable podémico: un Joan Capri comunista) reveló a un hombre básico y municipal.

Ayudó también el interés por la humillación del diputado Gabriel de la Cup (siempre disfrazado para las grandes ocasiones), que llamó Carles al presidente y lo tuteó. Por desgracia, tampoco la oposición fue ajena a la domesticidad. La portavoz Arrimadas, por ejemplo, no lo tuteó pero lo tuitéo, que es lo mismo. Y el socialista Iceta, aunque fuese el más preciso a la hora de fijar y cuadrar al candidato en las responsabilidades en que va incurrir, dio la impresión de estar pasando el domingo en casa del suegro.

Los registros del habla y la formalidad gestual tienen un valor profiláctico, narrativo y hasta de cordialidad democrática que la despótica, ¡y tan hipocritona!, campechanía tiene dificultades en reconocer. Su destrucción añade, en el caso que nos ocupa, una razón mucho más profunda de lo que parece para oponerse a la independencia. Y es que donde hay confianza da asco.