El videoparlamento

IGNACIO CAMACHO – ABC – 04/03/16

· El debate fue vistoso, entretenido, ágil. Un paradigma de la política posmoderna concebida como espectáculo de masas.

El gran salto cualitativo de la reciente política española es su completa conversión en lo que Giovanni Sartori llamó, inspirándose en Berlusconi, una videodemocracia. El proceso, de patente italiana, tuvo como pionero al Jesús Gil de los noventa, que se conformó con asaltar –en el sentido literal– una alcaldía, y fue decantándose durante el zapaterismo hacia un concepto icónico global que inspiraba incluso las decisiones de gobierno. Zapatero encarnó al primer presidente posmoderno, capaz de nombrar ministra de Defensa a una embarazada, Carme Chacón, sólo porque imaginaba el novedoso impacto visual de un pase de revista a las tropas.

En su mandato se incubó el fenómeno de las nuevas televisiones que aprovecharon el éxito de los programas de cotilleo agresivo para adaptar el debate político al formato de «Tómbola» o de «Sálvame»: una vistosa trivialización capaz de penetrar en los hogares por el eficaz procedimiento del antagonismo alborotado. Ese modelo desterraba la aburrida discusión convencional y la sustituía por el enfrentamiento rudimentario de versiones ideológicas extremadas o extremistas. El auge de las redes sociales apuntaló el paradigma del discurso jibarizado en frases cortas y eslóganes simples: el molde perfecto de la demagogia. Y así, en una primera fase la política escapó del Parlamento hacia los platós, y en la segunda, sobrevenida en un curso lógico de las cosas, ha vuelto al Congreso convertida en una tertulia con escaños.

El debate de investidura ha sido saludado por los medios como un vivificante e intenso ejercicio de dialéctica. Lo fue, sin duda, pero no profundo porque su inspiración era nítidamente televisiva: un espectáculo de masas que copó la programación de la mayoría de las cadenas con altos resultados de audiencia. En ese ámbito se mueven con soltura los dirigentes surgidos de la incubadora de plasma, en especial los de Podemos, que van a convertir la legislatura en un magacín ante las cámaras.

Manejan los tiempos, el lenguaje y la gestualidad, que saben administrar en clímax diseñados –como el beso de Pablo Iglesias a Xavier Domènech– a la medida del tal como en los espacios de salsa rosa. Bajo la influencia del gran marco mental de las pantallas, los discursos se escriben con un fraseo pautado para su reproducción en Twitter; una sintaxis abreviada, rotunda, sin subordinadas. Hasta un hombre tan refractario a la posmodernidad como Rajoy sucumbió a su manera a la retórica de los titulares sincopados. La llamada nueva política no viene a ser más que una política de tertulianos.

Todo el mundo se divierte con esta celebrada exhibición de ingenio retórico y pirotecnia gesticulada. Su éxito es seguro; sirve de comidilla en el bar, en la oficina, en el metro. Resta la duda de si entre tan divertido como superficial entretenimiento doméstico va a quedar sitio para las ideas, los programas y los proyectos.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 04/03/16