El vuelo del Falcon

Juan Pablo Colmenarejo-ABC

  • El presidente utiliza el gel de manos a conciencia. Ni quita ni pone vacunas, pero se las apunta el señor al igual que los fondos europeos

Sánchez se subió al Falcon después de llamar indecente a Rajoy y decir coño a orillas del Ebro tan desbordado como ahora. Se puso la gafa oscura como aquellos reporteros del ‘Caiga quien caiga’ a la caza de Esperanza Aguirre. Siempre hay un pretexto para el vuelo corto del presidente del Gobierno. Sánchez se lavó las manos en la pandemia después de anunciar la derrota del virus en julio de 2020. Solo abandonó el modo avión para imponerle a Ayuso el estado de alarma, como si el virus solo existiera en Madrid.

El presidente utiliza el gel de manos a conciencia. Ni quita ni pone vacunas, pero se las apunta el señor al igual que los fondos europeos. Poco más le queda a la vista de los datos del estudio de GAD 3, con una parte de sus votantes atónitos ante una política de supervivencia personal por encima de lo que Rajoy llama, en su lenguaje para adultos, el interés general. Sánchez no va a hacer nada y menos después de la ristra de varapalos contra la alarma en el Tribunal Constitucional. Si se le ocurre meter otra vez al personal en casa tendrá que permitirlo antes el Parlamento. Al presidente ni se le pasa por la cabeza, aunque se invente una mascarilla para la ocasión.

Por mucho que se empeñen de nuevo en el PP en ir contra sus votantes, como hace la dirección nacional al tratar a Ayuso como una oración subordinada, sigue al frente de la estimación de voto del ‘brujo Michavila’, así le dice el maestro Camacho. A pesar de haber desperdiciado el efecto del 4-M que ponía al PP cerca de los 140 escaños, quitando gas a VOX, conserva la cabeza porque hay una mayoría alternativa como en 1996 y 2011.

Casado tiene su proyecto ganado en un proceso abierto, inédito y necesario en el PP. Si quiere la confianza de una mayoría suficiente para no depender de la bravura de VOX debería resolver con lógica cuanto antes un asunto menor, la presidencia del PP en Madrid, convertido en un problema para su liderazgo. De él dependen otros cuatros años más del vuelo de Sánchez.