El año nuevo se ha estrenado con menos expectativas optimistas para Sánchez de las que él puso en su balance de 2022. Las encuestas se le han hecho adversas con una rara unanimidad. Bueno, unanimidad no, que para algo tiene a José Félix Tezanos. Las demás auguran subida notable del PP y bajada del voto socialista y de sus socios podemitas. La suma del PSOE y Podemos queda por debajo de los escaños que obtendría el PP y la suma de los diputados socialistas con los de Vox daría a la derecha española una mayoría absoluta muy holgada.
La imagen de Pedro Sánchez sufre un deterioro por goteo en la valoración de líderes: 3,9 puntos en noviembre, 3,8 en diciembre y 3,7 en enero. En estos tres meses, Yolanda Díaz ha bajado de 4,1 a 4,0 y se mantiene con tres décimas de ventaja sobre Sánchez. El panel elaborado por Sigma-2 muestra algunas variaciones significativas desde septiembre de 2021. La ministra mejor valorada, Margarita Robles, ha bajado dos décimas desde entonces; Yolanda Díaz, que había alcanzado 4,5 se ha quedado en 4,0 y Nadia Calviño ha perdido dos décimas: de 4,2 a 4,0.
Los cambios más notorios se producen en el final de la clasificación. Irene Montero, a pesar de sus fiascos ha cedido el farolillo rojo a Fernando Grande Marlasca. Para encontrar una puntuación parecida a la del ministro del Interior, 3,2 puntos, habría que acudir a la valoración que alcanzó en 2021 aquel inefable ministro de Universidades que respondía al nombre de Manuel Castells, de cuya competencia baste decir que fue ministro a propuesta de Podemos y su propio partido lo cesó. Irene Montero ha sido superada por Ione Belarra en dos décimas, pero todavía aventaja en una al ministro Grande, nominalmente hablando.
Total, que cuando llegue la próxima crisis de Gobierno, Pedro Sánchez ofrecerá a los augures la cabeza de su ministro del Interior por haber cumplido con tanto pundonor y esmero sus deseos. La asunción de responsabilidades en la izquierda es así. El mando debe tener siempre a mano un cabeza de turco, alguien que pague el pato, vamos. Fue extraordinaria la explicación que Zapatero dio a su hasta entonces mano derecha, Jesús Caldera en marzo de 2008, al anunciarle que no contaba con él para el Gobierno: “Jesús, te vas porque tu política de inmigración me ha costado muchos votos”, a lo que el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales replicó: “será la tuya, presidente”.
Algo parecido le dirá Sánchez a Marlasca: “Fernando, ya no cuento contigo porque tu política de acercamiento de presos etarras me ha hecho perder muchos votos y escaños”. Esta es una particularidad del liderazgo socialista. Persuaden a sus colaboradores para que apuren hasta las heces el cáliz de sus ocurrencias.
Pero siempre hay un momento en que se invierte la tendencia. En el caso del sanchismo, entre todas sus felonías habría que destacar la carta de naturaleza que ha dado a la corrupción mediante la rebaja de las penas a los malversadores. El 78% de los españoles rechaza esa rebaja, pero entre los votantes socialistas el repudio es del 73,2%. Aquel invento de Zapatero de aglutinar a los suyos con el odio al adversario, transformado en enemigo, empieza a hacer aguas, como lo demuestran esos 625.000 votantes del PSOE que ahora votarían al PP. Quién sabe, después de todo, tal vez no acabe tan mal el año que acaba de empezar.