José Luis Zubizarreta, DIARIO VASCO, 22/1/12
La hoja de ruta a seguir para el final definitivo de la amenaza terrorista debe partir de una lectura compartida
Antonio Basagoiti ha ofrecido al PNV y al PSE un «liderazgo compartido» para lograr el cierre definitivo del ciclo de terrorismo que ha vivido el país sobre la base de una hoja de ruta común que recoja los principios básicos que han de regir en esta materia. La oferta se hace en vísperas -y ha de interpretarse también en el contexto- de los encuentros que el presidente Mariano Rajoy tiene previsto celebrar en breve con el lehendakari, Patxi López, y el máximo líder jeltzale, Iñigo Urkullu.
Cabe, por tanto, ver en ella la voluntad que anima a la dirección de los populares de caminar en este terreno, no en solitario, como ha sido querencia habitual de algunos de sus miembros, sino de la mano de los otros partidos con los que parece más posible y conveniente el acuerdo. Cree sin duda Basagoiti que redundará en interés de los tres procurarse un arrope mutuo en este delicado asunto y que, dado el cambio que se ha producido en el Gobierno central y habida cuenta de las pésimas relaciones que en estos momentos mantienen nacionalistas y socialistas vascos, él es el más indicado para propiciarlo.
Cualesquiera que sean los motivos que la impulsan y las interpretaciones que de ella puedan darse, la oferta parece razonable. De hecho, da continuidad a la que el propio lehendakari presentó nada más declararse el abandono definitivo de la violencia y que, por razones que nunca se explicaron, quedó traspapelada entre las muchas que se hacen y no persisten. El caso es que, con independencia de quién se arrogue ahora su paternidad, la oferta viene a llenar un vacío que amenazaba ya con convertirse en abismo. Nadie parece, en efecto, saber exactamente qué hacer en este cuasi tiempo muerto que se ha abierto entre el abandono definitivo del terrorismo, de un lado, y la desaparición irreversible de su amenaza, de otro, de manera que la confusión y la división han empezado a adueñarse de las relaciones entre los partidos y que quienes más han pescado siempre en río revuelto vuelven a sacar provecho de la situación. Así, por ejemplo, la política penitenciaria ocupa para algunos el lugar privilegiado y prioritario que para otros deberían ocupar el reconocimiento del mal causado o, incluso, la disolución y el desarme de la organización.
A mí se me ocurre pensar que a este desconcierto ha contribuido en no escasa medida el modo concreto en que el terrorismo ha llegado a su fin y que no es el que los partidos habían previsto. Descartada por imposible la solución negociada, los dos extremos por los que la violencia podía encontrar salida eran, o bien el desistimiento, o bien la derrota.
El desistimiento era, por muy torticeramente que se hayan interpretado sus contenidos, reduciéndolos al del «final dialogado», el que desde siempre propugnó el Acuerdo de Ajuria Enea. Todo el texto, pero de manera muy especial la introducción y el artículo 7, es, en efecto, «un llamamiento a quienes aún continúan utilizando (la violencia) para que. renuncien a ella. y se incorporen a la tarea común de buscar, por los cauces mayoritariamente aceptados, los instrumentos más adecuados para dar satisfacción a las aspiraciones compartidas de la sociedad vasca». La derrota, en cambio, es la salida que finalmente se asumió, de manera sobrevenida y forzada, en defecto del primero, por mucho que se convirtiera con el tiempo en un desiderátum que algunos se propusieron alcanzar a toda costa.
El caso es que, entre estos dos extremos, nadie parecía haber previsto que la violencia iría a encontrar una salida a medio camino. Y es que, entre el desistimiento voluntario y sincero que propugnaba el Acuerdo de Ajuria Enea, y la derrota pura y dura que otros perseguían, el terrorismo ha optado, para declarar su final, por la vía intermedia de un abandono táctico o, si se prefiere, de un desistimiento obligado e imperfecto que ha dejado a muchos desconcertados. No encajan, por tanto, ahora ni las medidas que se habrían adoptado frente a quien hubiera sido derrotado de manera palmaria ni las que se habrían aplicado a quien se hubiera retractado de modo sincero.
Y ahí, en ese terreno difuso y confuso que se abre entre el vencido y el convencido, entre el derrotado y el converso, es donde los partidos convocados al acuerdo han de encontrar los principios básicos que harían de hitos en la hoja de ruta que ahora propone Basagoiti, antes presentó el lehendakari y siempre ha deseado la inmensa mayoría de la sociedad vasca.
Las cosas no ocurren casi nunca, y menos en política, como se había previsto o deseado. Por eso, es mejor tomarlas como vienen que empecinarse en ignorarlas o en desfigurarlas a conveniencia. La imperfección, por desgracia, es parte del sistema. En tal sentido, una puesta en común de las diversas visiones de la realidad, es decir, de cómo han ocurrido de verdad las cosas en este final concreto del terrorismo, sin pasarse ni por el lado del voluntarismo ni por el del buenismo, sería el punto de partida obligado para trazar la hoja de ruta a seguir en orden a cerrar definitivamente este dramático capítulo de nuestra reciente historia. Y con sumo cuidado, por supuesto, de que un exceso de realismo no eche por tierra los principios que en esta materia tan sensible siempre han de ser preservados.
José Luis Zubizarreta, DIARIO VASCO, 22/1/12