Abierto el procedimiento telemático de expulsión del partido de los tres parlamentarios disidentes de Ciudadanos, después de que la todavía vicepresidenta Isabel Franco revelase que había suscrito la moción de censura por disciplina partidaria y no porque lo viese necesario para Murcia, es seguro que las miradas se dirigirán al dedo de Arrimadas y no a la luna socialista. Se reunirá la ejecutiva de Ciudadanos, se pedirán explicaciones. Y habrá voces que ensalcen la sagacidad del secretario general del PP, García Egea; después de haberse carcajeado por su bisoñez ante el golpe de mano de centroizquierda en su tierra. Pero nadie en el PSOE pedirá explicaciones por lo sucedido. Por el qué y el cómo de lo que se pretendió conquistar, y por el fiasco resultante. Toda la responsabilidad recae ahora en Ángel Gabilondo; en que se muestre digno valedor del honor socialista frente a Díaz Ayuso. Ninguno de los hombres de Sánchez que han desfilado por las crónicas como hacedores del pretendido milagro murciano y sus efectos deberá dar cuenta ante nadie por su actuación soberbia, de sobrados. Ni siquiera deberán hacerlo aquellos que forman parte del Consejo de Ministros, del equipo presidencial en Moncloa, o quien ejerce de delegado del Gobierno en Madrid. Menos juicios morales y más responsabilidad política.