«Es el peor gobierno que hemos tenido en democracia»

EL PAÍS, 27/9/11

ENTREVISTA: Miradas sobre Madrid Nicolás Redondo Político y exdirigente de UGT

Hijo de un dirigente sindical condenado a muerte por el franquismo, Nicolás Redondo Urbieta (Barakaldo, 1927) siendo obrero metalúrgico de La Naval, se afilió al PSOE y a UGT en 1954. Fue detenido y procesado en numerosas ocasiones durante la dictadura y desterrado a Las Hurdes en 1967. Tras el congreso del PSOE de 1972 que destituye al secretario general Rodolfo Llopis, se convierte en miembro de la dirección general del partido. En abril de 1976 es elegido secretario general de la UGT en el 30º Congreso del sindicato, cargo que mantendrá hasta noviembre de 1994. Diputado por Bizkaia durante casi cuatro legislaturas Redondo dimitirá en 1987 de su escaño para mostrar su desacuerdo con la política del Gobierno socialista. Junto con CC OO convocó la huelga general del 14-D de 1988, y las del 92 y 94. Ahora jubilado a sus 84 años vive en el piso de siempre en Portugalete.

A principios de los años cincuenta y siendo joven trabajador de Astilleros de la Naval, Nicolás Redondo pasó a Francia clandestinamente para entrevistarse con el líder socialista en el exilio, Rodolfo Llopis. El veterano dirigente del PSOE le puso, entonces, en contacto con Ramón Rubial encargándoles viajar a Madrid y conectar con lo que quedaba de un casi desaparecido partido.

«Mi relación fue mala con Marcelino, pero también con Santiago Carrillo»
«La muerte de Franco me pilló en un piso en plena organización»
«Al ‘lehendakari’ Patxi López se las ha hecho pasar canutas»
«Si no das respuesta a la gente, ¿de qué sirve el sindicato?»

Redondo ya conocía el país vecino por haber sido evacuado, en 1937 a los diez años, junto con otros niños vascos en el buque La Habana y llevado a Burdeos donde vivió cuatro años en una familia minera de Hérault, y asistiendo a la escuela pública francesa. Entonces, desde Toulouse y luego desde Bilbao, casi siempre con Rubial, empezaron sus excursiones a la capital para contactar con gente en principio del partido socialista, como Mario Tanco, Pablo Castellanos, Miguel Boyer, o Ambrosio Gutiérrez… «Más tarde en casa de este último nos detuvieron a Felipe González, Enrique Múgica, Ambrosio y a mí en 1971 y se incautaron de nuestra multicopista. En esos años también nos reuníamos en la escuela particular de Mario Tanco, o en pisos de simpatizantes o militantes».

A Madrid se viajaba en coche y muchas veces con un taxista, muy amigo de Rubial, aprovechando «alguna carrera» como los que hizo con Eduardo López Albizu, Lalo, el padre del actual lehendakari Patxi López. Salían de la Naval el sábado al mediodía y regresaban el domingo por la noche. Poco a poco se fueron recorriendo media España, estructurando el partido que excepto en el País Vasco se mantenía aún «en pañales» en los demás sitios. «Desde aquí, aunque parece impropio decirlo, pero es verdad histórica, nos encargábamos también de montar la organización. Nos ayudaba mucho el prestigio de Ramón Rubial al que Rodolfo Llopis había nombrado líder del partido socialista en «el Interior». Tenía confianza en nosotros, y sintonicé bastante con él, quizás porque era también un poco impulsivo. Me encargaba viajar. ‘Vete a tal sitio, a tal otro…». Años más tarde en 1973 fue expulsado de la Naval y el juicio por despido improcedente lo ganó el entonces joven abogado laboralista Felipe González.

Después de trabajar con un amigo en un taller de Barakaldo en malas condiciones, un sindicato internacional de la construcción le permitió dedicarse en exclusiva a la organización. En aquella época no tenían ni seguro, y para dar a luz su mujer tuvo que ir a Cruces con el carné de su hermano, y aunque la Internacional le pagaba una miseria tenía tiempo para su labor de militancia: conectar, reestructurar la UGT y el partido, y ocuparse de la propaganda que les llegaba a Lalo y a él de un viejo militante de Zaragoza. Luego la repartían en Asturias, La Rioja y hasta en Madrid».

Muchos años antes, Nicolás ya fue detenido por primera vez en 1951, después de la primera gran huelga de 1947 de la que a los veinte años ya salió marcado (fichado). También sería su primera experiencia de la cárcel, que volvió a repetirse en 1962, con ocasión de las huelgas de Asturias que se extendieron a Bizkaia y Gipuzkoa. Posteriormente, conoció la cárcel de Carabanchel antes de ser desterrado a Las Hurdes, a raíz de la famosa huelga de Bandas en 1966. Serán las tres primeras detenciones de las doce que padeció durante la dictadura, una de ellas con ocasión del Proceso de Burgos, y la última en 1973 cuando el Tribunal Supremo le condenó a dos años y medio de cárcel.

La muerte de Franco le pilla en Madrid «haciendo organización» en un piso cedido por Carmen García Bloise y desde la capital viaja por toda España. En Madrid se reunían en unas oficinas prestadas por el empresario Enrique Sarasola, «amigo de Felipe», hasta que la policía los desalojó del lugar. Redondo dedicaba mucho más tiempo al sindicato y su retribución seguía proviniendo del sindicalismo internacional. Sarasola consigue entonces alquilar el edificio Biarritz en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, donde se celebrará el Primer Congreso de la UGT después de casi cuatro décadas de franquismo. Allí sería elegido secretario general del sindicato.

«Fue un congreso tremendo porque se celebró un mes después de los trágicos sucesos de Vitoria en marzo de 1976, con cinco asesinados. Y el que tramitó mucho el camino del congreso fue Enrique Múgica, hablando con Areilza y con Fraga, entonces ministro de Gobernación del Gobierno de Arias Navarro, y que me confesó, tiempo después, que aquello le trajo más de un disgusto, porque no todo el mundo estaba de acuerdo en permitirlo. Fue un proceso complicado e incluso cuando propuse celebrar el congreso en Madrid desde el propio sindicato me llamaron «traidor», porque estaba ya preparado para celebrarse en Bruselas. Al final y con muchas dificultades conseguimos «la no prohibición». Tuvimos que decir que no era un congreso, sino Jornadas de Estudios. Eso abrió el camino al congreso de USO, a aquella famosa Asamblea General de CC OO en Barcelona, y, también, al congreso del PSOE ese mismo año en diciembre».

En sus relaciones con CC OO, primero conoció a Marcelino Camacho, también a Nicolás Sartorius, y recuerda que en 1976, juntos convocaron una huelga contra el Gobierno de Adolfo Suárez, y juntos constituyeron la COS (Coordinadora de Organizaciones Sindicales). Entonces CC OO estaba más consolidada, más implantada y recogiendo la experiencia portuguesa quería crear una sola organización sindical. La relación con Marcelino fue muy tensa, porque además insistía en un congreso de unificación. Más tarde esta tensión se incrementó con ocasión del Estatuto de los Trabajadores. «Mi relación no solo fue mala con Marcelino, sino también con Santiago Carrillo, porque yo mantenía relaciones con Abril Martorell, y los futuros dirigentes de la CEOE como Carlos Ferrer Salat, José María Cuevas, o Luis Olarra, este todo un personaje».

Con Abril Martorell su relación fue muy buena, les daban las tantas de la madrugada discutiendo, y eso le supuso entonces la crítica y la incomprensión de algunos dirigentes del PSOE. «Abril me abrió las puertas de la Moncloa para entrevistarme varias veces con el presidente Suárez, un hombre afable que nunca me reprochó la huelga que le montamos en 1976. Y en eso coincidí con Carrillo, lamentablemente no fue frecuente. Suárez era un hombre que inspiraba confianza y sabías que a lo que se comprometía lo cumplía».»Nada más salir del congreso, y sin darle un tono trascendente, nos reunimos Felipe González, Santiago Carrillo, Alfonso Guerra, y yo, para ver lo que se podía hacer. Allí se dieron los primeros pasos para la consiguiente gran manifestación a favor de la democracia». El exsecretario general de UGT conservó su escaño hasta el 20 de octubre de 1987 cuando protagonizó junto a Antón Saracíbar una sonada dimisión, después de años de desacuerdos, de dramáticas discusiones, con el entonces presidente del Gobierno, Felipe González. Ese progresivo distanciamiento entre los dos líderes socialistas comienza a darse cuando el PSOE llega al poder.

Las diferencias que ya habían aflorado muchos meses antes se dan ahora con más virulencia. «En los primeros años en una situación económica más difícil, cuando hubo de afrontar la reconversión industrial, es cuando más acuerdos logramos, y cuando más nos toleramos por decirlo de alguna manera. Pero cuando empieza a crecer realmente la economía y tenemos más posibilidades, es cuando desde nuestro punto de vista el Gobierno se apalanca. Y es cuando le decimos, ¡Mira Felipe! no es un problema de tiempo. ¿Qué se estaba haciendo? Lo que ha dicho ahora hace una semana el ministro de Trabajo; que vale más un puesto de trabajo en precario que un parado. Es el discurso que Felipe comparte entonces con Carlos Solchaga, cuando se afirma que aquí el paro no es problema de falta de empleo, es un problema de falta de voluntad de encontrar trabajo».

El proceso de ruptura se va gestando y no ocurre de la noche a la mañana, y lo que más le dolió a Redondo era el cambio de política, lo que le lleva a recordar cuando Felipe vino a Euskadi en la década de los sesenta a pedir ayuda para la gente que estaba en huelga en Sevilla. «Luego, -añade- se empieza a decir que el problema no es entre el Gobierno y la UGT, sino entre Felipe y Nicolás; que es un problema personal, llegando a contarse barbaridades como las de Alfonso Guerra que afirmó a Santos Juliá que era un problema de resentimiento mío, por no haber salido elegido secretario general en el histórico Congreso de Suresnes, o acusarnos en Alemania de ser compañeros de viaje de los comunistas. La comisión de disciplina del partido llegó, incluso, a mandarme una nota: «Te instamos a que desconvoques automáticamente la huelga (la famosa huelga general del 15-D de 1988)».

Hoy, para Redondo, «lamentablemente», la socialdemocracia en Europa está desmantelada porque de los 30 años «gloriosos» se ha pasado al neoliberalismo. «No me pesa decir que aquí, como sigan muchos años así la socialdemocracia y el partido, el socialismo se volverá un fenómeno irrelevante». Dolido, recuerda que de estos 30 años de democracia ha habido 20 de gobiernos socialistas y que no se ha creado una mayor conciencia social. «Alguna culpa tendremos los gobiernos democráticos, y especialmente, el gobierno socialista porque es el que más años ha gobernado. Ahora, nos encontramos en una situación tremenda que no nos atrevemos a mirar», añade el veterano sindicalista, que cree que no existe Estado de Bienestar porque éste no puede centrarse exclusivamente en la Sanidad y en la Educación, teniendo cerca de cinco millones de parados, ocho millones pobres, y el salario mínimo a seiscientos euros y pico. «Pero lo que me preocupa, además de lo citado en el plano material, es la mentalidad que nos rodea. Aquí, nadie se atreve a pedir un aumento salarial o una política fiscal más progresiva. Hay un deterioro profundo, y todos estamos indignados».

Nicolás se muestra muy crítico con los dos expresidentes, que siguen opinando de lo uno y de lo otro, mientras participan en grandes grupos empresariales. «Si usted está callado yo no digo nada, pero no es el caso, y eso denota donde va este partido. Hay un sentido de orfandad en este PSOE que produce que Felipe sea todavía un referente. ¿A qué responde realmente esta orfandad? A que ya no hay ningún contenido, ni político ni ideológico, es lo lamentable».

En cuanto al futuro sindical, Nicolás se muestra igualmente pesimista a nivel general, y a nivel europeo lo ve regular. Comenta que en la nueva Europa no hay un sindicalismo unido porque la confederación europea está compuesta por numerosas confederaciones nacionales, en donde muchas veces priman los intereses nacionales sobre el contexto global, como ocurre con los partidos políticos. «Pero no es lo mismo porque los sindicatos no tienen la responsabilidad de gobernar. Entonces hay un fallo. Las últimas movilizaciones de trabajadores en Grecia, en Portugal y en Francia no han conseguido nada porque cada Estado tiene un marco laboral distinto. A eso se añade una cierta apatía de la gente. No puedes llamar a la movilización de tiempo en tiempo. Aquí estamos en una situación delicada. Los sindicatos tendrán que analizar su estrategia y ser algo más combativos, sabiendo de las dificultades que eso entraña. Pero ya no resuelven los problemas, ni aquí ni en muchos sitios de Europa. Si no das respuesta a la gente, ésta se pregunta: ¿Cuál es tu papel como sindicato?».

-¿Y ahora cómo ve al Gobierno?

– «Mal, está caído, y este es el peor de todos los gobiernos que hemos tenido en democracia. Ha llevado a la izquierda hasta el último extremo provocando que el fenómeno socialista sea irrelevante. Hay un desengaño tremendo, y lo último ha sido lo de la Constitución. Tenía que haberlo planteado antes y hablarlo con el candidato Rubalcaba. Iniciar un debate profundo y marcar otro procedimiento, pues este acuerdo crea un precedente muy malo. Me dicen que Rubalcaba se enteró después de que el presidente lo pactara con Rajoy. Ni reunió a la Ejecutiva, ni al Comité Federal, a nada…Es que es un destrozo».

Aún reconociendo que antaño no fue santo de su devoción, Redondo llamó a Antonio Gutiérrez para felicitarle por su postura en las Cortes, así como se felicita por la contestación mantenida por los dos senadores vascos Roberto Lerchundi e Imanol Zubero en el Senado. Pero vuelve sus dardos hacía el Ejecutivo y convencido afirma que el gobierno ha creado una imagen de complicidad tremenda con la patronal y la derecha, como por ejemplo, en el tema de los contratos fijos o de los precarios. «Todos son pasos atrás, y la gente, con complejo de desclasamiento y miedo a la marginalización, está muy preocupada o no se entera, porque la comunicación es deficiente o incompleta. Por no hablar de la juventud que sabe que va a vivir mucho peor que sus padres, cuyos salarios han subido el 1% la última vez, (6 euros al mes). ¿Oiga usted que me cuenta? Esto es una mala broma y no es para aplaudir. Hoy, ¿en qué se diferencia el gobierno socialista de uno de derechas?», se pregunta visiblemente enojado.

-¿Y la relación del Gobierno Zapatero con el País Vasco?

– «Estoy totalmente en desacuerdo con algunas cosas que ha hecho. Aquí por ejemplo llegó a un acuerdo con Patxi López para las transferencias y de golpe y porrazo dice que no, lo aplazan hasta marzo, viene Manuel Chaves y dice que en marzo tampoco. Llegan a un acuerdo con el PNV y le dan capacidad de veto, y el PNV adquiere protagonismo diciendo que es el interlocutor válido afirmando que las transferencias las trae él y no el Gobierno de López. Le ha desautorizado totalmente y las ha hecho pasar canutas al lehendakari. Todo el mundo está callado».

– ¿Y en el tema de la violencia?

– «Ahora, se percibe una Bildu triunfalista, aparece como que está ganando, incluso da a entrever que la falta de atentados, en gran medida, se debe a ellos, y a la izquierda abertzale. Se le ha hecho una propaganda tremenda y se le sigue haciendo. Loyola fue una equivocación enorme que luego se rectificó después del atentado de la T4. En este tema no se pueden crear estados emocionales. Parece que hemos estado gobernados por un adolescente», finaliza.

EL PAÍS, 27/9/11