Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- La coyuntura actual no ha surgido de repente, sino que es estructural y tiene múltiples causas como la excesiva intervención pública y el desajuste entre oferta y demanda
El problema de la vivienda no es de hoy. Angustió al franquismo, preocupó a la transición y nos ha acompañado a lo largo de todos los años de la democracia. Pretender que es justo ahora y no antes cuando la vivienda se ha convertido en un derecho es un adanismo infantil o un regate trilero, como quiera. Aunque se ha agudizado desde entonces, existía más o menos en los mismos términos desde que empezó la legislatura. Por eso, plantear la reforma a dos meses de las elecciones municipales es, cuando menos, una tomadura de pelo. Y hacerlo con el apoyo de ERC y Bildu es la constatación evidente de que este Gobierno tiene más urgencias que soluciones y menos consistencia que cordura.
El problema no ha surgido de repente, es estructural y consecuencia de muchos factores, aunque siempre encontremos debajo de ellos a dos: una excesiva intervención pública y un desajuste permanente entre oferta y demanda. Normalmente es ésta quien excede a aquella, pero recuerde los tiempos del ‘boom’ inmobiliario en el que la oferta explosionó sin control causando un agravamiento de la crisis financiera. Por su parte, la intervención pública omnipresente en toda la cadena, unida a un bajo nivel de los criterios éticos de una buena parte –no hay que engañarse, no fue algo aislado y circunstancial– de los intervinientes en el negocio inmobiliario, tanto por el lado de los corruptos como por el de los corruptores, hicieron posible la expansión de la gangrena que asoló la vida política española de las última décadas. Una corrupción que ha estado generosamente repartida no por partidos, sino por cuotas de poder.
Por eso, pretender atajarlo ahora con prisas, apurados por la proximidad inminente de las elecciones y hacerlo con medidas poco meditadas, sin evaluar con reposo sus consecuencias y con un evidente exceso de ideología revanchista es un grave error. ¿No había que hacer nada? Por supuesto que sí. La vivienda se ha convertido en un problema para amplias capas de la población y en un drama para las que acogen a los más jóvenes. Pero había que haberlo hecho antes, con mayor reposo y de manera menos oportunista.
Principales medidas
Ya de entrada las principales medidas adoptadas, como son la congelación de los alquileres y el endurecimiento de la situación de los propietarios, pueden causar –de hecho lo han causado allí donde se han aplicado– un retraimiento de la oferta justo cuando lo que necesitamos es una ampliación de la misma, que es la mejor manera de abaratar los precios.
Una buena parte de las promesas derramadas en los últimos días no se podrán cumplir, pero nadie se hará responsable de las esperanzas frustradas. No hará falta, ya habrán pasado las elecciones…