EL CORREO 13/11/14
ALBERTO AYALA
· Rajoy y Mas insisten en no arriesgar por interés partidario y abocan así al conflicto catalán al choque de trenes
El tiempo se agota, si no se ha terminado ya, para que los desplantes dejen paso a la política
Desde la página 1 No es que ni uno ni otro hubieran dado muestras de estar dispuestos a apostar por la distensión, pero ayer se confirmaron las peores expectativas. Después de lo ocurrido el 9-N, el presidente Mariano Rajoy y el president Artur Mas parecen decididos a seguir llenando de combustible las calderas de las locomotoras que conducen por la misma vía y en sentido opuesto, apretar el acelerador y cerrar los ojos. Si alguien no extrae un cada vez más improbable conejo de la chistera que lo evite, el conflicto catalán se encamina de forma inexorable hacia un choque de trenes de consecuencias imprevisibles.
Mas jugó muy, muy fuerte el domingo. En lugar de coger la mano tendida que le había ofrecido la víspera el Gobierno español, a través del ministro de Justicia, y dejar el protagonismo de la pseudoconsulta del 9-N a los voluntarios de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y al heterogéneo Pacto Nacional por el Derecho a Decidir, prefirió elevar cuarto y mitad el tono del desafío. Tan pronto tuvo la certeza absoluta de que se había registrado una participación satisfactoria para el soberanismo, decidió capitalizar el éxito en beneficio personal, pese a ser consciente de que con ello traspasaba la última raya que Rajoy podía tolerar. El gesto, otro más, era lógico que cayera como un monumental jarro de agua fría en La Moncloa.
Ayer, finalmente, Rajoy se decidió a comparecer ante la Prensa, y con preguntas. Achuchado por el sector más conservador de su partido y por una parte significativa de la opinión pública española, en completo desacuerdo con su actitud tolerante y permisiva el 9N, el presidente optó por cuidar el cortijo y no arriesgar.
Su mensaje: jamás permitirá que se celebre un referendo secesionista legal ni en Cataluña ni en ninguna otra comunidad española (como la vasca). Y punto. Reafirmación de su apertura genérica al diálogo, pero ningún plan, nada tangible sobre la mesa para empezar a recorrer la senda de la distensión.
Vuelco a la situación
Hace apenas unas semanas, el otro protagonista del pulso, el líder convergente, era poco más que un cadáver político en potencia. Con CiU al borde de la fractura por el desafío al Estado, con Convergència y los Pujol en el ‘top ten’ de la corrupción patria, Esquerra Republicana y su líder, Oriol Junqueras, contaban las horas para el asalto al poder tan pronto se celebren elecciones anticipadas. No hay encuestas, pero no parece arriesgado colegir que el 9-N ha revivido al moribundo president.
La incógnita es por cuánto tiempo. Habrá que ver si la Fiscalía da el paso y pide la inhabilitación de Mas por la comisión de varios delitos al responsabilizarse del sucedáneo de consulta de principio a fin, y financiarlo con un buen chorro de millones de euros de las arcas públicas de todos los catalanes.
La amenaza no ha hecho retroceder al inquilino del Palau de la Generalitat que ayer volvió a exhibir tono desafiante con el Estado. En el Parlament, antes de la comparecencia de Rajoy en Madrid, Mas no dudó en ironizar sobre la posibilidad de que el Ministerio Público actúe contra él y otros miembros de su Govern: «Menuda imagen democrática de España denunciarme por permitir votar». Primero él y luego su interés político, su pugna con ERC.
Con estos mimbres resulta difícil primero el reencuentro y no digamos ya la distensión. Si no hay referéndum legal, y no lo habrá porque es ilegal y ni PP ni PSOE están por cambiar esa realidad, habrá unas elecciones plebiscitarias que agravarán la situación.
¿Pondrá alguien de una vez un plan, una oferta alternativa sobre la mesa para que los desplantes dejen paso a la política? ¿Estamos a tiempo? Empiezo a dudarlo.