Esclavas del Daesh

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 09/07/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· ¿Por qué no se desnudan las Femen frente a las mezquitas de España exigiendo una condena del tráfico de mujeres?.

En esta ocasión lo ha evitado la Policía en Lanzarote, pero lo volverán a intentar, y quién sabe si a conseguirlo, al igual que hicieron en diciembre de 2014 o febrero de este mismo año en Ceuta, Melilla y Barcelona, esas gentes depravadas que, en nombre de un dios brutal, atraen a mujeres ignorantes, a menudo todavía niñas, para enviarlas al territorio del Daesh como esclavas sexuales o domésticas de sus muyahidines. Siervas, meros objetos destinados al uso y disfrute de los guerreros de Alá, a semejanza de millares de cristianas sometidas a ese yugo en Irak, Siria y varios países de África, ante la indiferencia cómplice de un Occidente ensimismado en sus miserias.

¿Dónde están las feministas al uso, tan sensibles al menor comentario sospechoso de machismo siempre que quien lo haya hecho sea un adversario político? ¿A qué esperan las activistas de Femen para desnudar sus pechos frente a todas las mezquitas de España, exigiendo una condena sin paliativos de esa interpretación del islam que transforma a una presunta conversa en una vil alcahueta traficante de menores? ¿Qué ha sido de Rita Maestre, flamante portavoz del Ayuntamiento de Madrid, quien no hace mucho asaltaba capillas católicas en demanda de una sociedad laica? ¿Acaso no le escandaliza esta violencia misógina, esta vomitiva perversión religiosa perpetrada en nuestro país y ante nuestros ojos, o es que teme concitar algún odio musulmán susceptible de poner en riesgo su integridad y hasta su vida? ¡Qué fácil es ofender cuando la ofensa sale gratis y qué difícil alzar la voz si el enemigo es peligroso!

Entre las incontables amenazas que entraña para nuestra civilización el avance del Estado Islámico la peor es, sin lugar a dudas, el papel denigrante que asigna a la mujer su implacable credo de hierro. El desprecio infinito con el que miran sus fanáticos acólitos a la mitad femenina de la humanidad, condenada en su universo oscuro a servir de aliviadero para los más bajos instintos y producir nuevos reclutas al servicio de esa fe. No hay espejo más diáfano de su escala de «valores»: Desigualdad, infamia, opresión de los más débiles, abuso de fuerza bruta, liquidación de cualquier libertad, sometimiento por las armas, negación de la razón, violencia, miseria, salvajismo.

Las huestes del Daesh utilizan esclavas sexuales por motivos similares a los que hacen que degüellen a sus prisioneros o decapiten a inocentes desarmados mientras graban sus «proezas» a fin de sembrar el terror: necesitan sentir ese poder, ese dominio, esa falsa fortaleza. Una mujer con criterio y voluntad no se sometería sin luchar. De ahí que las prefieran niñas, maleables, engañadas, convencidas de que entregando sus cuerpos a esos hombres sin alma están ganándose el favor de dios. ¿Cabe mentira más insidiosa, embuste más traicionero? ¿Cómo puede una mujer española, nacida y crecida aquí, al amparo de un Estado democrático garante de sus derechos, prestarse a participar en semejante ignominia?

Esta vez lo ha evitado la Policía, que junto al resto de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad lleva a cabo una labor ejemplar, pero acaso en el futuro no tengamos tanta suerte. Y en todo caso ahora mismo, mientras lee usted esta columna, una legión de fantasmas purga en algún agujero el «pecado» de haber nacido mujer en un entorno de bárbaros. ¿Dónde están las feministas? ¿A qué espera este Occidente? Cualquiera de esas esclavas podría ser hija nuestra.

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 09/07/15