JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-EL MUNDO

LA TENSA negociación por el reparto de puestos a la que asistimos estos días en Bruselas confirma que la UE es un sistema político, para bien y para mal. Los europeos han sido llamados a las urnas y, aunque han respondido acudiendo a votar incluso en mayor proporción que otras veces, no sabemos qué han querido decir ni tenemos muy claro quién, cómo ni con quién gobernará Europa los próximos cinco años. ¿No les resulta familiar?

¿Será el conservador alemán Manfred Weber (pronúnciese veber, no güeber) el próximo presidente de la Comisión Europea? ¿O lo será el socialista holandés Frans Timmermans? ¿Y la liberal danesa Margrethe Vestager? Los tres son los candidatos principales a presidir la Comisión: el primero representa al partido que ha ganado las elecciones, pero el segundo podría aliarse con el tercero y buscar el apoyo de un cuarto. También les suena familiar, seguro.

La idea de designar estos candidatos se remonta a las elecciones europeas del 2014, cuando un Parlamento Europeo que enfrentaba porcentajes de participación inferiores al 50 por ciento se sacó de la chistera la idea de designar cabezas de lista y aspirantes a presidir la Comisión. El objetivo declarado era despertar el interés de los votantes, consolidar los partidos políticos europeos y crear ciudadanía europea. Pero el objetivo no declarado era aumentar el poder de Parlamento: frente al Consejo Europeo, birlando a los jefes de Estado y de Gobierno la prerrogativa de nombrar al presidente de la Comisión; y frente a la Comisión Europea, forzando una Comisión más política y más dependiente del Parlamento.

En el pasado, la elección del presidente de la Comisión era como el fútbol, un deporte de 11 contra 11 en el que siempre ganaba Alemania. Ahora Alemania está debilitada por los malos resultados de conservadores y socialistas y la fragilidad de su coalición de Gobierno. Por un lado, Macron ha decidido echarle un pulso a Merkel para colocar a un francés (Barnier) como presidente. Por otro, Sánchez y los socialistas también quieren sacudirse el yugo conservador alemán. Los jóvenes cachorros Macron y Sánchez huelen el fin de la hegemonía alemana y quieren medirse con Merkel.

Visto lo visto, ni está claro que el invento de los candidatos principales fuera una buena idea ni que vaya a funcionar. Así que les propongo especie de candidatos como mejor traducción de candidato principal para traernos al español el germanismo Sptizenkandidat con el que los medios de comunicación europeos nos han estado sacudiendo los ojos y oídos durante las elecciones al Parlamento Europeo.