IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Iberdrola anunció ayer su decisión de invertir 7.100 millones de euros en un parque eólico marino desarrollado en el Reino Unido. Unas inversiones de volumen gigantesco que se suman a las ya comprometidas anteriormente de 11.824 millones. Más de uno, al leer la noticia, habrá pensado que se trata de un golpe bajo al Gobierno, de un episodio más de la batalla, más o menos encubierta, que enfrenta a las compañías eléctricas con él. Pensarán que es la respuesta a la decisión de ‘extraer’ de los beneficios de las compañías 2.600 millones, de los que más de 1.000 corresponderían a Iberdrola. Una respuesta que se sumaba a la anterior de paralizar compras a sus suministradores, por un importe similar y dirigidas a forzar el brazo de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, y obligarle a modificar el decreto recién aprobado, como de hecho ella misma anunció el mismo día y en el mismo lugar de su aprobación.

Sin duda, habrá sido un ingrediente de la pelea. Pero hay muchas más razones y más importantes. Las inversiones en el mundo de la energía tienen unas características singulares. Son de tamaño enorme, miren las cifras, por lo que necesitan plazos dilatados de utilización para poder amortizarlas y son muy inelásticas, pues solo sirven para lo que han sido diseñadas. Podríamos recordar aquí el inconcluso e inútil mamotreto en que se ha convertido el esqueleto de la central nuclear de Lemóniz. Su monto obliga a articular a su alrededor complejas operaciones financieras que se basan, como todas, en los resultados futuros esperados. Los cuales se obtienen extrapolando una serie de variables a lo largo de su vida útil. Por eso es tan importante la estabilidad regulatoria y por eso causan tantos daños las actuaciones erráticas e imprevisibles que modifican, a mitad de su vida útil, las condiciones de funcionamiento.

Iberdrola ha considerado que el marco regulatorio británico es más seguro y estable que el español. Sin duda alguna seguirá invirtiendo aquí, ya lo verán, pero de momento prioriza otros destinos más confortables. ¿Piensa alguien que quizás debería priorizar los más inconfortables? Ayer mismo, Boris Johnson se reunió con el presidente de Iberdrola, en un gesto, con gran aparato publicitario, que solo puede ser interpretado como de apoyo expreso al proyecto. ¿Ha hecho algo parecido Pedro Sánchez? No, se ha escondido del problema y ha lanzado a su vicepresidenta a lidiar con él. Será una cuestión de prioridades. Correcto. Pero nadie debería olvidar que cada uno tiene las suyas.