Cuesta imaginar que a tipos como Arkaitz Goikoetxea, los de Batasuna vayan a persuadirle de que tiene que dejar las armas. Sortu, en su carrera por ganarse la credibilidad que no tiene, podría condenar el plan de atentar contra el ciudadano socialista. ¿Quién se lo impide?
Tan discreto ha sido el paso del parlamentario socialista Benjamín Atutxa por el escaparate, protagonista durante 48 horas a su pesar, que la historia de los planes que ETA guardaba para él ha quedado parcialmente eclipsada por la mancha que el ‘Faisán’ ha dejado sobre la hoja de servicios de Alfredo Pérez Rubalcaba en su lucha contra el terrorismo. El estado actual de la investigación judicial ha llegado a revelar tantos secretos guardados durante la época de la negociación entre el Gobierno y ETA que, finalmente, y un día antes de que comenzara oficialmente la campaña electoral, la oposición del PP ha recibido un regalo de incalculable valor.
La imposibilidad de desmentir la versión del ‘chivatazo’ policial a los terroristas, porque el Estado no tiene otra versión alternativa, y el silencio escurridizo de Rubalcaba para evitar responder sobre las concesiones que el Gobierno de Zapatero había prometido a los etarras, es munición suficiente para el PP. Los populares persisten ahora en desgastar al único sucesor posible de Zapatero. Seguramente, el vicepresidente se temía que alguna vergüenza del «mal llamado proceso de paz» (como él mismo se apresuró a llamarlo en cuanto vio de cerca las garras de quienes querían someter al Estado democrático) quedara al descubierto. Y, seguramente por eso, insistía reiteradamente en que, a medida que nos acercáramos al final del terrorismo, sería muy difícil mantener la unidad democrática.
Pues bien, entre los ‘actores’ extras que aparecen en el vídeo que captaba las entradas y salidas del bar ‘Faisan’ el día del ‘chivatazo’ y las actas de ETA que dan cuenta de las reuniones en donde los emisarios del Gobierno aparecen entregados a sus interlocutores, la unidad democrática podría resquebrajarse. Los socialistas se muestran indignados con un PP que pide dimisiones y explicaciones. Pero cuesta creer, si las tornas estuvieran cambiadas, que el PSOE no hubiese aprovechado esa misma munición para intentar derribar al adversario político. Tan encelados, en fin, estaban nuestros parlamentarios en el Congreso que la terrible historia que ha tenido que rememorar estos días Benjamín Atutxa pasó como un ligero velo por encima de sus cabezas. El amenazado supo hace tres años que ETA había querido matarlo. Y la conciencia del calvario que habría podido pasar su familia le generó, entonces, un estado de ansiedad que le resulta difícil, a veces, superar.
Pero el vídeo del bosque en el que un indiferente y gélido terrorista reconoce, a pie de zulo, que había recibido la orden de matarlo, le ha despertado la ansiedad. Con el mismo rito macabro e inmisericorde al que sometieron en 1997 al concejal popular Miguel Ángel Blanco. Diez años después de la tragedia que marcó un antes y un después en la movilización ciudadana contra ETA, los terroristas seguían en los mismo. Esos diez años de infausta memoria en los que muchos ciudadanos vascos abandonaron Euskadi por voluntad ajena, no estuvieron exentos de contactos, movimientos, ‘procesos’ y pases de seña entre ETA y los políticos democráticos dispuestos a dejarse embaucar con el primer canto de sirena. Cuesta imaginar que a tipos como Arkaitz Goikoetxea, los de Batasuna vayan a persuadirlo de que tiene que dejar las armas. Sortu, en su carrera por ganarse la credibilidad que no tiene, podría condenar el plan de atentar contra el ciudadano socialista. ¿Quién se lo impide?
Tonia Etxarri, EL CORREO, 30/3/2011