ABC 21/03/15
· Al menos 142 muertos por el ataque de cuatro kamikazes del «califato» suní en dos mezquitas chiíes de la capital, Saná, controlada por la minoría hutí
Yemen se sumerge de lleno en la guerra sectaria que lleva meses amenazando al país. Al menos 142 personas murieron y otras 350 resultaron heridas en los ataques suicidas contra dos mezquitas de Saná que se encontraban a rebosar en el rezo del mediodía del viernes. Al menos cuatro kamikazes hicieron estallar sus explosivos dentro de los templos en una operación reivindicada a través de las redes sociales por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), de confesión suní.
Asesinado el jefe espiritual Entre los fallecidos en el atentado terrorista figura el jefe espiritual de la minoría chií yemení
De confirmarse la autoría sería el estreno de sangre de los seguidores del califa Abu Baker al Bagdadi en Yemen, feudo tradicional de Al Qaida en la península Arábiga (AQPA, brazo de Al Qaida surgido tras la fusión de las ramas de Arabia Saudí y Yemen). Un ataque directo al nuevo centro de poder instaurado por la milicia de los hutíes (chiíes) en Saná.
El viernes de oración se convirtió en un viernes de sangre para los fieles zaidíes –confesión derivada del chiismo que literalmente se traduce como «partidarios de Dios», aunque se les conoce como hutíes por el clan que lidera el grupo desde 2004– que acudieron a las mezquitas de Badr y Al Hashoosh. Entre los muertos, según la cadena Al Yasira, se encontrarían el imán Al-Murtada bin Zayd al-Muhatwari, líder espiritual del movimiento, y al menos otros dos altos cargos de la milicia que desde septiembre ocupa el poder en la capital y en otras siete provincias del país, Taha al-Mutawakkil y Khalid Madani.
El líder militar y actual hombre fuerte del país es Abdelmalek al Huti, hijo del fundador del movimiento Hussein Badreddin al Huti, y tanto en su forma de hablar como en sus gestos y mensaje imita a Hasán Nasralá, el secretario general del Partido de Dios libanés, por lo que sus opositores les conocen como el «Hizbolá yemení». Aunque menos de la mitad de los 25 millones de yemeníes pertenecen a esta confesión — el resto son suníes—, la buena organización, armamento y el apoyo de Irán, según sus detractores, les han permitido tomar la capital de un país fracturado por las ansias secesionistas del sur, la anarquía de las tribus y el creciente peso de AQPA.
El canal Al-Masirah TV describió la estrategia empleada por los suicidas y aseguró que en los dos ataques hubo un primer terrorista que entró en el templo, mientras que el segundo esperaba en la puerta. Tras la explosión en el interior, la gente intentaba huir despavorida, pero en el acceso principal esperaban los otros dos kamikazes para rematar el trabajo. Pese al historial del país marcado por la violencia y los atentados, nunca se había registrado una matanza semejante.
Ataque aéreo en Adén
Los atentados en Saná se produjeron apenas 24 horas después de que aviones de combate bombardearan el palacio presidencial en Adén, refugio del presidente Mansour Hadi desde que hace un mes se viera obligado a trasladarse a la ciudad sureña por la presión de los hutíes. Hadi acusó al ex presidente Alí Abdulá Saleh –quien gobernó durante tres décadas el país hasta que dejó el poder en medio de las protestas que estallaron en Yemen durante la Primavera Árabe de 2011 y tuvo que ceder el poder a Hadi– de ordenar el ataque aéreo y de conspirar a favor de los hutíes. Una situación realmente retorcida ya que durante su presidencia Saleh libró seis guerras contra la milicia chií, que fue un foco de constante tensión en el norte del país.
A la guerra política interna Yemen suma la amenaza creciente del Esta-