SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 27/04/15
· Mientras Rajoy se aparecía a los jóvenes del PP en Salamanca, a ras de suelo, ensayando una política de comunicación cercana, Pedro Sánchez oficiaba en Durango la Fiesta de la Rosa. Los populares van a acercar a su líder máximo a los ciudadanos (léase a las bases, no a los partidarios de Rivera, ojo) y lo van a hacer mediante reuniones sectoriales. Primero fue el think tank Family Watch, para expresar su compromiso con la familia y contrarrestar, en lo posible, los rotos que el aborto ha podido hacerles entre su electorado más conservador; al día siguiente se reunió con los empresarios del Puente Aéreo y al día siguiente con periodistas.
Aprovechó para mandar tres viajes a Ciudadanos, recordando sin nombres, que Garicano pidió el rescate, que quieren eliminar el IVA superreducido y que se oponen al AVE. No parece que desde el rigor de este Gobierno en el cumplimiento de su programa electoral puedan hacerse muchas críticas a nadie, aunque sin duda hay frivolidad en algunas propuestas de Ciudadanos.
La cuestión es que el Partido Popular ya pasó de la mayoría absoluta a la oposición. La única manera de evitarla ahora sería pactar con la fuerza política que provoca en el presidente Rajoy la inquina máxima. No conviene despreciar el factor humano en las relaciones políticas; todo no es cambio de cromos tras ver los resultados. Como no conviene creer que los ciudadanos (con perdón) orientan su voto con el único criterio del cuadro macroeconómico.
Está también la política. Justo al revés de nuestra izquierda, que basó las dos legislaturas de Zapatero en la sobredeterminación de la política, despreciando las insignificancias, los hechos y la realidad. Ayer mismo, Sánchez reivindicaba en Durango: «…hasta el final del terrorismo etarra tiene unas siglas que son las del PSOE y unos nombres que son los de J.L. Rodríguez Zapatero, Felipe González, Patxi López y Alfredo Pérez Rubalcaba». Sánchez parte de un error simétrico al de Rajoy, con el agravante de que ya tuvo ocasión de comprobar el fracaso electoral de su argumento. ETA anunció el cese de sus actividades terroristas justo un mes antes de las elecciones generales, el 20 de octubre de 2011. Era un regalo de campaña que no impidió que el Partido Socialista obtuviera sus resultados más pobres desde la vuelta de las libertades democráticas. Lo mismo le pasará a Rajoy. Tiene razón en que «lo peor que se podría hacer ahora en España es cambiar la política económica» y no parece que Pedro Sánchez vaya a estar en condiciones de aplicar la suya tras las generales, pero no parece que el PP tenga fácil un acuerdo que le permita gobernar.
This is the end. Lucía Méndez contaba en su crónica que un diputado socialista preguntaba el otro día ante un escaño del PP: «¿Hay alguna clave oculta o es que os estáis suicidando?». Parece que se trata de lo segundo, pero en plan aparatoso. Como diría aproximadamente Baudrillard, para qué van a inculcar sentido a las masas, si lo que éstas piden es sólo espectáculo. Y puestos en ello, los populares parece que quieren despedirse con un funeral vikingo.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 27/04/15