Estrategia del miedo

ABC 08/06/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· La lentitud de Ciudadanos en alumbrar pactos coherentes con las expectativas de sus votantes está pasándole factura

LA mejor baza electoral que tiene para jugar ahora el PP de Mariano Rajoy es la agitación del miedo que provoca en su electorado la posibilidad de ver a España gobernada por un Frente Popular en versión contemporánea. Es una estrategia deliberada, estudiada, recomendada por Pedro Arriola en esa famosa reunión celebrada en un parador de Castilla-La Mancha en la que se tomó igualmente la decisión de paralizar la reforma de la ley del Aborto, con el argumento de que semejante traición al ideario y los principios del partido le restaría menos votos de los que movilizaría en la izquierda la supresión de ese presunto derecho, y que parece estar funcionando bien. Si nos atenemos a lo sucedido en las urnas el pasado 24 de mayo, conjugado con lo que indican los últimos sondeos conocidos, las siglas de la gaviota han recibido en las personas de sus alcaldes y presidentes autonómicos un castigo lo suficientemente duro como para servir de desahogo al enfado de sus votantes y, al mismo tiempo, llenarles de temor ante las alianzas de corte radical en trance de consumación allá donde las fuerzas sumadas de socialistas, podemitas y/o independentistas les permiten formar gobierno, lo cual sucede prácticamente en todas partes excepto la Comunidad de Madrid, Castilla y León, La Rioja y Murcia. Paralelamente, la lentitud de Ciudadanos en alumbrar pactos coherentes con las expectativas de la mayoría de sus electores está pasándole factura en la intención de voto expresada en las encuestas, en parte por sus propios errores, fruto de la falta de estructura y experiencia necesarias para gestionar con la agilidad que requieren los tiempos el poder arbitral obtenido en los comicios, y en parte también porque desde su descalabro de mayo los populares han puesto en circulación, por tierra, mar y aire mediático, el mensaje de que todos los males que puedan causar en nuestros maltrechos bolsillos las coaliciones de corte populista instaladas en autonomías y ayuntamientos serán imputables a quienes, pudiendo haber votado al PP, prefirieron quedarse en casa o dar su apoyo a la formación de Rivera. Dicho de otro modo; han comenzado a pasear el fantasma del terror a una Carmena o una Colau en la Presidencia del Gobierno, que es tanto como decir a la sufrida clase media: «O nosotros, o el diluvio». Y el miedo es, desgraciadamente, el estímulo más poderoso de cuantos mueven al ser humano.

La estrategia urdida por Arriola está resultando efectiva, por tanto, como fórmula de último recurso, aunque nadie confía en la posibilidad de alcanzar otra mayoría absoluta en las generales del otoño. Ni siquiera las medidas electoralistas previstas para después del verano, tales como bajadas de impuestos, guiños a las familias y los grupos pro vida o escenificación de una oposición más firme al secesionismo catalán obrarían el milagro de semejante recuperación. Tampoco los cambios inminentes en el Ejecutivo y el partido, destinados a equilibrar fuerzas entre Cospedal y Santamaría dotando de mayor musculatura política a una maquinaria genovesa que languidece desde hace años. La mayoría absoluta ha quedado definitivamente sepultada en el pasado, entre otras cosas porque los miles de cargos electos enviados al exilio en estas municipales y autonómicas, conscientes de haber sido utilizados como escudos, no mostrarán un interés desmedido en ayudar a Rajoy a ganar «sus» elecciones. El PP va a tener que aprender a hacer amigos con los cuales tejer acuerdos o bien resignarse a la marginación. Claro que los amigos no responden bien al miedo, la intimidación o las manifestaciones de prepotencia, sino al arte de la seducción. Y a esa clase debieron de faltar los que mandan en el PP hoy.