Ignacio Camacho-ABC

  • El pacto sobre la Justicia es para el PP un acto de responsabilidad suicida con riesgo de autodestrucción política

Uno de los efectos más perniciosos del mandato de Sánchez consiste en que su rumbo sectario no sólo ha dinamitado los consensos de Estado sino que contamina con sospechas de complicidad cualquier clase de pacto. El frentismo ideológico de la Moncloa ha abierto una zanja insalvable a plazo mediano porque buena parte de la derecha ha entrado al trapo y responde a su estrategia con idéntico rechazo. En esa trampa bipolar cayeron primero los ‘cascos azules’ de Ciudadanos, hundidos con su empeño de servir de fuerza de interposición entre bandos, y ahora es el PP el que está amenazado por su decisión de buscar con el Ejecutivo un acuerdo sensato para renovar el poder judicial y otros organismos constitucionales que exigen amplio respaldo parlamentario. En términos objetivos, un concierto bipartidista debería de constituir una buena noticia en esta España de trincheras cainitas, pero la deplorable reputación del presidente obliga al principal partido de la oposición a un ejercicio de responsabilidad suicida. Con el aliento de Vox encima, cumplir con el deber institucional de renovar la cúpula de la administración de Justicia puede equivaler a un acto de autodestrucción política.

El gran peligro que corren Casado y su negociador García Egea reside en que, por decirlo a la llana, se la metan doblada. Tienen, y lo saben, mucho que perder si pierden y poco que ganar si ganan. Van a sacar poco o ningún rédito inmediato al arrimarse a un político de tan mala fama, y el reparto de sillones -el de RTVE ha sido escandaloso- irrita a mucha gente harta de componendas y de endogamia. Rajoy pudo cambiar con su mayoría, y no quiso, el sistema de elección de consejeros y Sánchez no va a hacerlo ahora que le favorece el procedimiento. El ambiente está tan crispado que a los populares les va a ser difícil vender como un éxito la marginación de Podemos, sobre todo si el PSOE logra imponer un candidato a la Presidencia del Supremo, y el Constitucional caerá el año que viene, sí o sí, en manos del Gobierno porque le corresponde designar dos magistrados nuevos por nombramiento directo. Ésa tal vez sea la clave oculta de este juego. Y sin embargo, un partido de Estado no puede seguir manteniendo indefinidamente el bloqueo aunque a efectos inmediatos desguarnezca su flanco derecho.

Más que el pacto en sí, que aún veremos si llega, lo que más perjudica a Casado es que el presidente lo trate con estudiada y malévola deferencia. «Timeo dánaos et dona ferentes» (temo a los griegos incluso cuando traen regalos), dice ante el caballo de Troya un personaje de la Eneida. Los elogios de un adversario como éste, que ha hecho de la hostilidad civil una obra maestra, pueden hundir a cualquiera, por prevenido que esté, en la miseria. Es mejor el agravio porque significa que te respeta. Confiar en un experto en ardides te acaba convirtiendo en héroe… de tragedia.