Mikel Buesa-LA RAZÓN

Hay poco que agradecerle al nacionalismo porque, con él –tanto da el terrorista que Bildu hereda como el sabiniano del PNV–, el país ha retrocedido y las jóvenes generaciones apenas tienen un futuro en su geografía

Imanol Pradales, candidato del PNV a lehendakari, dijo en el «Aberri Eguna», dando un ejemplo de simplismo intelectual y vacío ideológico, que «hay dos modelos, uno para ir a mejor y otro para ir a peor», aludiendo a su propio partido y a su rival Bildu –que, al parecer, son los únicos que parten el bacalao–. Sin duda, habrá quien le crea y quien abomine de él, ambos contra toda evidencia, pues, desde que el nacionalismo irrumpió hace cuatro décadas y media en la gobernación vasca, lo más notorio ha sido el retroceso relativo del País Vasco con respecto a España. En 1975, cuando murió Franco, el 7,8 por ciento del PIB español se obtuvo en Euskadi. Vivía entonces allí un 6,6 por ciento de la población. Desde entonces estos porcentajes fueron hacia atrás. La violencia etarra –cuya herencia se ha quedado en Bildu– fue cercenando progresivamente la economía vasca sin que, cuando unos pocos años después se constituyó la Comunidad Autónoma, el gobierno del PNV fuera capaz de frenar ese proceso. Es cierto que en la década de los ochenta hubo una reconversión industrial, pero eso mismo ocurrió en Cataluña –la fábrica de España– y Madrid –que contaba con un extenso sector manufacturero–; y ni Cataluña ni Madrid cedieron la posición que ya ocupaban en el total nacional. Es más, ambas regiones fueron ganando terreno –aunque Cataluña empezó a perderlo, ya en la década de 2010, cuando se desencadenó el «procès»–. Precisamente en ese año cesó la campaña terrorista y en aquel momento el País Vasco había llegado a su límite decadente: participaba entonces en el 5,9 por ciento del PIB y el 5,3 por ciento de la población de España. Y ahí se quedó estancado sin que hasta hoy los gobiernos nacionalistas fueran capaces de sacarlo del agujero. Entretanto, fueron muchos los miles de jóvenes vascos que tuvieron que marcharse para buscarse el sustento porque ya no había empleos suficientes. Y la población envejeció inexorablemente. Así que hay poco que agradecerle al nacionalismo porque, con él –tanto da el terrorista que Bildu hereda como el sabiniano del PNV–, el país ha retrocedido y las jóvenes generaciones apenas tienen un futuro en su geografía.