Editorial-El Español
La jornada de constitución de las corporaciones municipales de este sábado arroja algunos resultados cuyo efecto se dejará sentir a buen seguro el próximo 23-J.
Principalmente, por lo sucedido en Barcelona y Vitoria, donde el PP ha votado a dos socialistas como alcaldes. Una jugada inteligente de Feijóo que cambia el tablero político a poco más de un mes de las elecciones generales. Es razonable que Elías Bendodo se haya preciado de que «hoy hemos dado un paso muy importante».
Prestando sus votos a Jaume Collboni con la única condición de que los comunes no formaran parte del equipo de gobierno municipal, el PP de Daniel Sirera ha contribuido a neutralizar el frente independentista de Xavier Trias y Ernest Maragall. Y al sumar sus cuatro concejales a los diez del PSC y a los nueve de los comunes, ha logrado al mismo tiempo evitar que la segunda ciudad española se convirtiera en la capital olímpica del separatismo catalán, y desalojar a Ada Colau de la alcaldía, cerrando así una etapa nefasta de ocho años en Barcelona.
El PP catalán ha emulado el valiente y responsable movimiento de Manuel Valls en 2019, cuya formación apoyó a Colau para que el consistorio no cayera en manos del independentismo de Esquerra. Con la puesta a disposición gratis et amore de sus concejales en Barcelona, también Feijóo ha demostrado que antepone el interés general de los españoles al interés partidista. Un gesto de mayor ejemplaridad si cabe si se recuerda que recuperar Barcelona era lo único que le quedaba al PSOE para mitigar sus desastrosos resultados del 28-M. Y hete aquí que ha sido el PP el que le ha brindado a los socialistas su único gran éxito estas elecciones.
Pero la intercesión de los populares en la capital catalana tiene gran trascendencia y valor en sí mismo, al margen de sus consecuencias para la política nacional. Porque con su notable mejora en las elecciones del 28-M, que le ha llevado a ser decisivo en Barcelona y a recuperar la vara de mando en importantes ciudades como Badalona y Castelldefels, el PP pasa a convertirse nuevamente en un actor relevante en la política catalana.
También en el País Vasco el PP ha ratificado su clara disposición a dar prioridad a la defensa de los valores constitucionales sobre cualquier otra consideración. En las corporaciones en las que Bildu había sido la lista más votada, los populares se han aliado para dejar fuera del gobierno municipal al extremismo filoetarra.
En Vitoria, el PP ha sumado sus votos a los del PNV para investir alcaldesa a la socialista Maider Etxebarria, que ha recuperado para el PSE la alcaldía de la capital vasca doce años después. Un acuerdo entre populares y socialistas que recuerda al apoyo sin contrapartidas que le dio Antonio Basagoiti a Patxi López para hacerlo lehendakari en 2009.
Con este nuevo ejercicio de geometría variable para los pactos postelectorales, el PP demuestra que, contradiciendo a quienes quieren adosarle un acuerdo general con Vox, es capaz de pactar con todo tipo de partidos, como también prueban sus alianzas con los partidos regionalistas y locales en Cantabria, Aragón o Canarias.
Y es muy meritorio que los populares hayan prestado sus votos a cambio de nada, sin pactar ningún reparto de concejalías ni una transacción de apoyos en otros lugares. Sencillamente, Feijóo ha querido evitar que en las dos capitales de las regiones donde el soberanismo tiene más arraigo los gobiernos municipales cayesen en manos separatistas o extremistas.
Con las soluciones de Barcelona y Vitoria el PP ha venido a compensar el acuerdo con Vox en la Comunidad Valenciana. Un pacto, no obstante, que no ha servido para darle votos a Pedro Sánchez, como indica el último sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL. Y es que después de la jornada de ayer se hace aún más evidente que el PSOE podría haber evitado la necesidad del PP de apoyarse en la ultraderecha: habría bastado con abstenerse para dejar gobernar en solitario a Carlos Mazón.
Todo lo anterior evidencia que es posible otra forma de gobernar que no se estructure a partir del eje izquierda-derecha, como quiere Sánchez, sino pivotando en torno a la adscripción al bloque constitucional y quienes se sitúan fuera de ese consenso fundamental.
De hecho, los movimientos del PP en las sesiones de investidura municipales colocan a Sánchez en una posición muy comprometida a la hora de justificar su política de alianzas con Bildu y ERC. Porque con su cintura negociadora Feijóo ha desbaratado el último resquicio argumental con el que el presidente quería alentar la idea de una identidad entre PP y Vox, y trasladar la responsabilidad por el conchabe con el radicalismo a su rival.
Un discurso desmontado igualmente después de que el PP sólo haya necesitado el apoyo de Vox en 5 de las 32 capitales de provincia que ha conquistado este sábado. Si para el PSOE son realmente tan graves e intolerables los pactos con la ultraderecha, que corresponda a la altura de miras y al sentido de Estado que el PP ha tenido con él facilitando las investiduras autonómicas de aquellas comunidades donde el acuerdo con Vox es la única suma alternativa.