Pedro Sánchez tuvo su momento de gloria al citar, un verso dijo él, de Blas de Otero. En realidad eran dos y medio y los escribió Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia/ la más triste sin duda es la de España/ porque termina mal…” El poema seguía: “… como si el hombre,/ harto ya de luchar con sus demonios,/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza”. Como si en 1962 Gil de Biedma ya barruntara la coalición que encabeza Pedro Sánchez. Que se lo atribuyera a Blas de Otero, ese gran poeta sevillano, es una muestra más de su ignorancia, o quizá se deba a que Gil de Biedma era tío de Esperanza Aguirre.
Faltaron Guerra, los dos presidentes anteriores, condenados Chaves y Griñán y la mayor parte de los barones. En los prolegómenos, la presidenta Narbona se atrevió a definir el movimiento: “El socialismo es la pasión por la igualdad”, una frase acuñada por Borrell en una entrevista de Victoria Prego a finales de los años 80, pero no citar la autoría cuando es del propio marido debe interpretarse como un plagio venial.
Se apoyó Sánchez en el clásico “El PSOE es el partido que más se parece a España” para llevarlo un paso más allá y decir que en realidad es el que más se parece a Europa. La cagó, claro, dicho sea con los datos en la mano. El partido más representado en el Parlamento de Estrasburgo es el de los populares europeos, que tiene 179 escaños. El grupo socialista, el de Sánchez junto a los restos en que se va deshilachando la socialdemocracia europea solo tiene 146.
Lo de Felipe fue un apuntar como sin intención. Habló de ese ser singular que le sujetaba la mano en alto en la ventana del Palace pero no protestó por su ausencia. Recordó que tras la victoria del 28-O ETA asesinó al general Lago Román, comandante de la Brunete. Yo recuerdo a Felipe con su abrigo loden azul presidiendo el funeral desde un estrado. Citó a Ernest Lluch como el padre de la universalización de la salud y dijo que había asido asesinado por ETA. Tal vez debió añadir algunas palabras de incomprensión para el hecho de que hoy el orador principal del mitin tenga a los albaceas de ETA como socios parlamentarios. Distinguió entre descentralizar y centrifugar, pero no preguntó al jefe por qué ha hecho sociedad con todos los centrifugadores de España. Felipe había estado sentado junto a la ministra de Hacienda. Tal vez, solo tal vez, esa cercanía debió ser un acicate para pedirle a Sánchez: “Y dile a esa demóstenes que antes de volver a comparar los pactos de la Moncloa con el apoyo que han dado a tus presupuestos los centrifugadores de Esquerra y los herederos de ETA se lave la boca con asperón”. Era muy difícil no concordar con Felipe al decir que cuando las leyes no gustan se puede intentar cambiarlas, pero no incumplirlas. Esto fue aprovechado por el jefe para ponerle nombre propio: Feijóo y el PP en la renovación de los miembros del CGPJ, el único artículo de la Constitución que el PSOE y sus socios no han violado. El doctor Fraude y su prensa amiga descartaron la posibilidad de que Felipe se estuviese refiriendo a los golpistas catalanes en su sistemática y pertinaz desobediencia de la Constitución y otras leyes de menor cuantía, así como de las sentencias de los tribunales. Pero en fin, el que manda, manda y Felipe no era en Sevilla más que un pobre y triste telonero.