Francia: «ETA c’est fini»

EL CORREO 20/10/13

· Dos años después del cese de la violencia, París ve irreversible la medida y descarta una escisión

«Entre 10 y 20 militantes» de ETA mantienen bajo mínimos su subsistencia operativa en Francia y saben que tienen a las fuerzas de seguridad en sus talones al cumplirse hoy dos años del anuncio de cese definitivo de la violencia por parte de la banda. Esa cifra, estimada por la Policía, es la más baja en la historia de la organización, que ha reducido drásticamente su actividad clandestina, aunque conserva al menos 150 armas robadas en 2006 y cantidades significativas de material explosivo. Los responsables de la lucha antiterrorista en París, en un principio escépticos sobre la desaparición definitiva de la violencia, dan ahora por hecho que la decisión es irreversible. «ETA c’est fini», sentencian. La cúpula policial gala sostiene que «ya no podrá dar marcha atrás» y descarta por completo una eventual escisión. Ese riesgo ya «está superado», asegura. Una veintena escasa de militantes, con las fuerzas de seguridad en los talones, se encarga de mantener bajo mínimos la subsistencia operativa de ETA en Francia, según las estimaciones de los servicios policiales especializados. Se trata de la cifra más baja de la historia cuando se cumple el segundo aniversario del anuncio de cese definitivo de la lucha armada. «ETA c’est fini», sentencia una personalidad histórica del frente antiterrorista francés, donde parece superado el tradicional escepticismo sobre el final irreversible de la violencia. En la cúpula policial gala incluso se dictamina que la posibilidad de una escisión es «un riesgo superado».

· La retaguardia La banda sólo tiene entre 10 y 20 militantes clandestinos en Francia, la cifra más baja de la historia
· Medidas de autoprotección Se esconden en albergues y viviendas de zonas aisladas, a ser posible sin cobertura de telefonía móvil
· Antiterrorismo francés «ETA está en la lógica de intentar salvar a sus presos porque es todo lo que le queda»

«Entre diez y veinte». Es la evaluación oficiosa del número de etarras clandestinos en Francia. Menos que nunca. Hace un par de años la estimación rondaba el medio centenar de activistas. La merma no sólo obedece a la cadena de detenciones en serie. Los expertos creen que también se debe al repliegue táctico del contingente de reservistas a otros países con menor presión policial. Aportan como indicio elocuente las detenciones practicadas durante los últimos meses en Reino Unido, Italia y Bélgica e, incluso, en refugios otrora seguros como Venezuela.
La drástica reducción de efectivos responde a la simplificación de estructuras operada en la retaguardia francesa. El cierre del ciclo de la violencia se ha traducido en el plano organizativo en la puesta en marcha de un dispositivo de servicios mínimos. Los aparatos militar y logístico clásicos han sido fusionados en un entramado de logística operativa, mientras el político ha perdido protagonismo por la rehabilitación institucional de la izquierda abertzale.

Acampadas a cielo raso
La nueva organización de subsistencia necesita pocos recursos humanos. Se vertebra en binomios dedicados fundamentalmente a la custodia de los arsenales, la falsificación de documentos y el robo de vehículos. Las células se esconden en albergues y viviendas de zonas rurales aisladas o despobladas del centro de Francia, a ser posible sin cobertura de telefonía móvil por razones de seguridad. La acampada a cielo raso es opción frecuente en los desplazamientos por todo el país con útiles de jardinería para el cuidado de los zulos.
Los etarras que quedan son pocos, pero muy activos. A los seis detenidos en mayo en Montpellier, Blois y Brive-la-Gaillarde con motivo de la última redada practicada en Francia se les intervinieron efectos procedentes de 63 automóviles robados en el plazo de tres años. Los arrestados en la operación precedente de febrero en Moulins llevaban por primera vez copias del nuevo modelo electrónico del Documento Nacional de Identidad, un formato que se creía infalsificable. Es decir, los falsificadores han modernizado y perfeccionado unas imprentas fundamentales para garantizar el día a día de la vida clandestina, el alquiler de viviendas, el maquillaje de coches robados o la intensa movilidad geográfica.
Este avance tecnológico está relacionado con el equipamiento expoliado a la empresa Impuls France, especializada en informática de vanguardia, el 20 de diciembre de 2010 en sus instalaciones de Bourg de Péage, a un centenar de kilómetros al sur de Lyon. Ese atraco constituye la última operación de comando ejecutada antes del anuncio oficial del cese definitivo de la actividad armada. Cuatro meses después, el 9 de abril de 2011, fue la última vez que ETA abrió fuego al herir de bala uno de sus activistas a un gendarme tras saltarse un control en el centro de Francia.
Un informe reciente del antiterrorismo galo pone el énfasis en «la presencia persistente de clandestinos de la organización en el territorio francés que siguen operando por cuenta de la organización terrorista, como testimonian los robos regulares de vehículos según el modo operativo de ETA y, sobre todo, el arresto regular de militantes de la organización». Los detenidos –doce en 2012 y diez este año– van casi siempre provistos de armas cargadas prestas para disparar. A veces llevan explosivos o detonadores, como fue el caso de Izaskun Lesaka, la presunta jefa de la logística militar capturada el 28 de octubre de 2012 tras diez años en la clandestinidad.
El último signo de actividad de ETA data de hace quince días cuando se descubrió quemado en el centro de Francia un vehículo previamente sustraído. El número de robos de automóviles, termómetro aproximado del activismo clandestino, se ha desplomado muy por debajo de los períodos de plena actividad, cuando se registraba un promedio de un hurto a la semana. Ahora son sólo esporádicos.

150 armas robadas
Enrocados en su tradicional cautela, los servicios especializados franceses optan por curarse en salud. «La organización terrorista, que no ha anunciado ni su disolución ni el depósito de sus armas y de sus materiales militares, conserva a día de hoy ‘de facto’ reales capacidades operacionales puesto que sus militantes clandestinos, en número no determinable, disponen aún de importantes reservas de materiales procedentes de robos a mano armada», analiza un documento de síntesis.
Se calcula que les quedan unas 150 armas de las 338 pistolas y revólveres robados en octubre de 2006 a la empresa Sidam de Vauvert, cerca de Nîmes (sudeste). Disponen también de cantidades significativas de clorato, nitrometano, productos explosivos y otros materiales comprados, robados o fabricados en los últimos años. Además, a los arrestados se les suele confiscar la asignación habitual para asegurar el tren de vida mensual en la clandestinidad y nada muestra que les falte dinero ni que hayan agotado sus recursos económicos.
«La organización está debilitada, sus capacidades han disminuido y sus acciones ofensivas de momento han cesado. Pero sigue operativa, conserva sus capacidades y sigue siendo extremadamente peligrosa», valoran en la Fiscalía antiterrorista. «Mientras sigan armados y con los arsenales, siguen siendo un grupo amenazador para el orden público», insisten. «En cualquier instante serán operacionales para nuevas acciones en cuanto la dirección lo decida», advierten, aunque admiten que no hay señales de fisuras en un bloque en apariencia monolítico.
En la dirección central de la Policía Judicial se descarta de plano la eventualidad de una escisión oficial en el seno de ETA. «Eso era posible al principio, pero está superado», asevera un mando policial que reduce el riesgo cismático a la posible emergencia de un grupúsculo de irreductibles deseosos de refundar la lucha histórica. «Pero ETA no recaerá en la violencia, ya no podrá dar marcha atrás», dictamina.
Desde la galería San Eloy del Palacio de Justicia de París, sede de los juzgados antiterroristas, se apunta que «están en una lógica de intentar salvar a sus presos porque es todo lo que les queda». Se constata que «el ambiente en las cárceles no es muy bueno porque no ven venir cosas concretas». Pero, de todas formas, se pronostica que «nunca se volverá a ver la ETA que hemos conocido». «La gran ETA se acabó», se resume a modo de epitafio.