Frenesí electoral

ABC 20/01/15
HERMANN TERTSCH

· Parece más evidente que, si no sucede algo extremadamente improbable, España puede estar en noviembre dispuesta a pegar un salto hacia la nada

EL año electoral español va a ser un frenesí. Comienza este próximo domingo en Grecia. Todos los sondeos coinciden al abrirse la última semana de campaña en que Syriza le lleva una ventaja media de cinco puntos a Nueva Democracia. Que será muy difícil de eliminar en cinco días que quedan. Así pues, la primera condición para animar nuestras siguientes jornadas electorales en ¿marzo?, mayo, septiembre y noviembre puede estar a punto de cumplirse. Y es que la extrema izquierda griega ponga a Atenas rumbo a la colisión frontal con la política de estabilidad y austeridad de la Unión Europea. Muchos en España lo desean. Unos simplemente porque si sucede ganan los suyos, Syriza/Podemos, en lo que creen un gran paso para acabar con lo que llaman «la Europa capitalista», la de las libertades. Para crear algo muy distinto, no sabemos aún qué, pero sospechamos ya que incompatible con la visión de futuro de la Europa más desarrollada. Puede que tengan razón, que ha llegado el momento de que los pueblos del sur se rebelen contra lo que consideran una tiranía del norte. Puede que la Unión Europea haya intentado lo imposible, haya fracasado por inviable y debe replantearse toda su existencia. Puede que ni siquiera les dé tiempo a los del sur a rebelarse, como pretenden los neocomunistas. Y que sean los del norte los que se declaren agotados y en retirada. Y rompan la baraja. Mientras, hay otros muy felices en España ante una probable victoria del Podemos griego. Son todos los que tienen la esperanza de que los españoles escarmienten en cabeza ajena. Si Syriza hace buen alarde de mal gobierno en Grecia, los españoles se pensarán dos veces el votar a Podemos. Eso creen. En el PP, muchos. Piensan mucho en cuáles son los factores externos que pueden salvarle al PP de verse arrastrado en mayo a un desastre electoral general. Hablan mucho del efecto disuasorio de los gobiernos de los demás. Parecen casi deseosos de que manden en muchos sitios los neocomunistas de Syriza y Podemos –con apéndices agónicos de partidos socialistas– antes de las elecciones generales de noviembre en España. Para que así se enteren de una vez los españoles de que el sentido común les obliga a votar de nuevo a Mariano Rajoy. Están convencidos de que el electorado jamás será tan insensato o necio de ignorar la única opción sensata. Eso creen. Lo que parecen haber olvidado es la necesidad, frente a una avalancha del rencor movilizado, de construir una alternativa constructiva con un proyecto propio de renovación y regeneración sincera y profunda.

¡Qué gran ocasión la de la presentación del escrito de la fiscalía sobre el caso Gürtel para haber hecho una proclamación de autocrítica sobria pero contundente, con ideas para reactivar la democracia parlamentaria! Frente a la caótica y cínica ofensiva de unos equipos de mandarines populistas vendiendo venganza y con el único discurso del agravio. Pero una vez más el PP ha demostrado que su fuerza política intelectual hoy es una emoción de Rajoy que alimenta una idea de Floriano administrada por Sáenz de Santamaría y explicada por Cospedal. Todo contenido se antoja impostado. Me temo que ni los buenos datos que inequívocamente se darán este año en la economía ni el miedo al monstruo que tanto se ayudó desde La Moncloa a crear serán suficientes para evitar que en mayo todo el poder municipal y mucho autonómico acabe en manos de una izquierda radical y de vocación totalitaria. Separatistas aparte. Y cada vez parece más evidente que, si no sucede algo extremadamente improbable, España puede estar en noviembre dispuesta a pegar un salto hacia la nada.