TONIA ETXARRI-EL CORREO

Cualquier ayuda es poca para los socialistas que, ya centrados en la campaña electoral andaluza que arranca esta semana, empiezan a ver las orejas al lobo. Se hacen a la idea de que no van a recuperar el gobierno de la Junta. La izquierda dividida está tan desmovilizada que ha renunciado a ganar al popular Moreno Bonilla. Los sondeos perfilan a un PP disparado y a un PSOE en retroceso, con Vox sin grandes cambios y Ciudadanos, en el alambre. Los socialistas encaran estos comicios sin que su candidato Juan Espadas, tan vinculado a Sánchez, esté siendo capaz de dar un giro al pesimismo demoscópico.

Se trata, pues, de frenar la caída y de revertir la tendencia en las próximas elecciones generales, cuando se elija al siguiente gobierno de La Moncloa.

Algún sondeo interno tendrá Pedro Sánchez (no se puede creer un asesoramiento tan erróneo) para que siga encelado con la matraca de la corrupción como sinónimo del PP creyendo que puede movilizar algún voto. ¿Esa insistencia en mentar la corrupción en tierras andaluzas donde los cargos socialistas desviaron 680 millones de euros de los falsos ERE, es debido a una estrategia de finos analistas o a una situación desesperada? No parece, a priori, buena idea que en la tierra donde se produjo el mayor desfalco con dinero público, que le hizo confesar al expresidente de la Junta, José Antonio Griñán, que «no hubo un gran plan, pero hubo un gran fraude», se recurra a la corrupción ajena desde la familia socialista.

Pero el guion está marcado. Lo de Sánchez es una huida a la desesperada por la cuesta arriba de su sumisión a los independentistas. Su relación con ERC está atravesando su momento más delicado. El PNV sigue esperando la reforma de la Ley de Secretos Oficiales. Los dos partidos del Gobierno han votado en bloques separados. En Podemos no se sabe quién manda. Se les rompió la confianza de tanto usarla.

La patología del desgaste del presidente del Gobierno, por falta de credibilidad, aparece en todos los controles sanitarios. Por eso está protagonizando la campaña andaluza en clave nacional. No asistió ni al desfile de las Fuerzas Armadas en Huesca ni a la final de la Champions en París que ganó el Real Madrid. El Rey lo hizo. Pero él tenía que enfundarse en el traje de su partido. Cualquier ayuda es bienvenida. Desde el País Vasco, el socialista Eneko Andueza, ha enfatizado, en EL CORREO, su respeto a «los posicionamientos soberanistas del PNV y EH Bildu». Respeto que se torna en aversión cuando se trata del PP. El partido que facilitó que un socialista como Patxi López fuese lehendakari. El partido de Feijóo que ahora ha salvado al PSOE con la Ley Audiovisual. No sólo no se lo agradece sino que explica que esa ayuda del PP se debe a su «sentido del oportunismo». Así están las trincheras electorales.

¿Funcionará en Andalucía? Serán las urnas quienes emitan el veredicto electoral. Pero, de momento, cada vez que el presidente Sánchez y sus ministros recurren a las cloacas del PP ‘marianista’, Feijóo va ganando adeptos en los sondeos. Andalucía será un ensayo general de las próximas elecciones legislativas. Es la comunidad más poblada de España, la que más diputados aporta al Congreso (nada menos que 61) donde gobernó el socialismo durante 37 años y donde los guiños a los nacionalistas no suelen ser bien acogidos. El PP se plantea estas elecciones como un plebiscito contra Pedro Sánchez. Atentos a la pantalla.