EL CONFIDENCIAL 17/02/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Si la gestora y Ferraz no consiguen que la semana que viene el catedrático sea la apuesta socialista, la operación de Pedro Sánchez habrá fracasado
La operación de derribo de Tomás Gómez en el PSM sólo tiene sentido si responde a una filigrana estratégica de fondo. Si es una improvisación, si se ha hecho –como a veces parece– de manera chapucera, será el suicidio de Pedro Sánchez y la ruina del PSOE en Madrid, tanto en la Comunidad como en la capital. Aunque las dosis de frivolidad en política sean inquietantemente superiores a las que suponemos los ciudadanos, en este caso la prueba del éxito –y, en caso contrario, del error– consistirá en la proclamación, muy rápida además, de Ángel Gabilondo como candidato del PSM a la presidencia de la comunidad autónoma madrileña. Si la gestora del partido presidida por Rafael Simancas y Ferraz no consigue que la semana que viene el catedrático sea la apuesta socialista para el 23 de mayo, la operación de Sánchez sobre el PSM habrá fracasado. Y el secretario del PSOE se habrá caído con todo el equipo.
Situar a Gabilondo al frente de la lista por la Comunidad de Madrid tiene una significación que excede al mero apartamiento de un perdedor impenitente como Tomás Gómez. Supone la apertura del PSOE en Madrid hacía una nueva forma de conducirse, de comportarse y de presentarse. Se estaría buscando por la Ejecutiva federal del PSOE una clara evocación del “viejo profesor”, de Enrique Tierno Galván, el único socialista que en democracia obtuvo la mayoría absoluta en la alcaldía de Madrid (1983), una hazaña política que no ha repetido un socialista. Ángel Gabilondo no tiene el pedigrí ideológico de Tierno Galván, pero sí algunos parecidos. Es, como aquel, catedrático, un hombre con trayectoria muy valorada por sus aptitudes para lograr acuerdos y consensos (fue presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas desde el rectorado de la UAM), atesora una suficiente experiencia política –ministro de Educación con Zapatero entre 2009 y 2011– en la que se empeñó, sin lograrlo, en un gran pacto educativo.
Si la gestora y Ferraz no consiguen que la semana que viene el catedrático sea la apuesta socialista, la operación de Sánchez habrá fracasado
Gabilondo, como Tierno Galván, está dotado –en lo que le conozco– de un sentido del humor que humaniza la política y engrasa las relaciones tanto políticas como personales; es hombre sin filias ni fobias –distintas son las preferencias–, es un socialista de ideas pero que no siente la necesidad de la militancia; es culto pero lo disimula porque escucha mucho y habla pausadamente. Está en contacto con la gente joven porque vive en y de la universidad; es un buen conversador y un donostiarra que exuda –como los vascos de pro– bonhomía y nobleza. Discurre como un filósofo pero todos los testimonios que he recogido le atribuyen la virtud del pragmatismo o, más exactamente, una cierta habilidad especial para traducir las propuestas complejas en decisiones operativas.
La gran baza de Gabilondo –de la que necesita como el ciego ver el PSM– es su apartamiento de cualquier endogamia y su capacidad para ventilar un partido encerrado no ya en el desván del PSOE, sino en el cuarto trastero del partido. Gabilondo, como le ocurrió a Tierno Galván en 1979, no ganará las elecciones en Madrid, pero no necesitará más que mostrarse como lo que es para rescatar al socialismo del hondón en el que le sitúan las encuestas. Y todo esto lo sabe Pedro Sánchez y los que se han conjurado con él para dar el golpe de mano en un PSM que asemeja una organización inerte y en permanente cooptación de líderes que, incluso, parecían haber secuestrado la voluntad de la militancia, como si ellos fuesen el alfa y omega de las posibilidades del PSOE en Madrid.
Gabilondo, como le ocurrió a Tierno Galván en 1979, no ganará las elecciones, pero no necesitará más que mostrarse como lo que es para rescatar al socialismo
De ahí que si esta apuesta –que tiene mucho de ideológica, transversal y sanitaria– no prospera y Ángel Gabilondo no es prontamente proclamado, de nada habrá valido esta batalla tan abrupta. Seguramente el exministro no es la última Coca-Cola del desierto, pero es lo más próximo a una regeneración en el PSOE a estas alturas del curso. Gabilondo, como Tierno Galván en su momento, tendría que convivir con el ventarrón de la juventud en la dirigencia política, pero como el “viejo profesor”, sería capaz de elaborar aquellos bandos municipales –en este caso autonómicos– que suministraron a la “movida” sus años más dorados y canallas. Y en las actuales circunstancias, no estaría nada mal que el PSOE, con un Gabilondo y lo que él representa, suba su tono vital y no se convierta en un remedo del PASOK. Por eso, o Gabilondo, o el desastre. Al menos, el desastre para Sánchez, su Ejecutiva y el PSM.