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EL MUNDO 01/12/15 – ARCADI ESPADA

· Se preguntaba el periodista Ignacio Ellakuria, autor con José María Albert de Paco de Alternativa naranja, el último y notable libro sobre Ciudadanos, cuál era la razón de que aquel diputado al que tantas veces había visto vagando por el parlamento de Cataluña, en la más absoluta soledad política y mediática, estuviese ahora en condiciones de disputar al Partido Popular y al Partido Socialista la presidencia del Gobierno de España.

La pregunta es pertinente y de respuesta múltiple. Hay que decir, obviamente, que Albert Rivera estuvo en el instante justo y en el lugar oportuno, y eso no fue nada fácil. Tuvo que vencer sus propias limitaciones, y la primera la juventud; tuvo que inutilizar el cerco higiénico al que le sometió el mainstream y tuvo que construir un partido, no ya de cero, sino de bajo cero. Pero eso le permitió estar, aun a modo de superviviente, cuando sucedieron tres cosas decisivas. La primera fue el desencadenamiento del delirio nacionalista. De pronto los españoles, catalanes o no, empezaron a valorar la claridad y la contundencia con que Ciudadanos había encarado el peor desafío a la democracia desde el 23 de febrero.

Ese 80 por ciento de españoles que quieren que se respete su derecho a decidir sobre lo que deba ser su Estado, han visto en Ciudadanos (hasta ahora) un rigor y una garantía democrática frente al nacionalismo que no vieron nunca en el PP ni en el PSOE. En segundo lugar está Rosa Díez. Hubo un momento, y no está lejano, en que la Tercera España se pudo haber construido en torno de UPyD y C’s, dando origen a un sólido, radical y moderno partido de nuevo cuño que, entre algunas de sus hipotéticas virtudes, tal vez pudiera haber atajado la infección populista. Pero Rosa Díez y Martínez Gorriarán no estaban interesados en la política, sino en la destrucción.

Y la política se cobró venganza. La última razón es Podéis. Abrió camino en la España bipartidista, a fogonazos de share, del modo que nunca supieron hacerlo los frustrados y frustrantes dirigentes de UPyD. Pero ceñida su coleta a la marginalidad de la izquierda rocambolesca, permitió que la opinión pública mirara hacia la derecha en busca de algo nuevo. Se dijo, burdamente, que el auge de C’s era el resultado de una conspiración del Ibex. Pero solo había conspirado la simetría.

El resultado es impresionante. C’s es hoy el más auténtico catch-all party de España, es decir, el partido que partiendo de un lugar (y tan frío) puede llegar a más lugares sociológicos.

EL MUNDO 01/12/15 – ARCADI ESPADA