ABC 23/09/15
DAVID GISTAU
· Lo que no sabemos ahora es qué nos devolverá Junqueras cuando tiremos de la cuerda después de ese debate medio circense
EN agosto de 2013, durante uno de los alardes estivales del Gobierno en Gibraltar, que ese verano coincidió con el escándalo Bárcenas y el Luis sé fuerte, Margallo se hizo fotografiar con la camisa abierta en la popa de un barco, enhiesto junto a la bandera. Divulgó además una frase inmortal: que, igual que un antepasado suyo había luchado por España en Annual, él lo haría ahora a esta orilla del Estrecho. Creo que Inglaterra movilizó a los «gurkhas», impresionada por tanta bizarría emparentada con el a mí el pelotón que los arrollo. ¡La Furia! Margallo, ministro spengleriano.
Si el cojonudismo al que se refirió Unamuno consiste en una conducta sometida al mandato de los testículos que hasta el sentido del pudor anula, entonces Margallo ha resultado ser un personaje unamuniano que no lo es por conversar dudas con Dios. Nos tendríamos que haber dado cuenta, en agosto de 2013, de que era un jaque salvapatrias que buscaba un pretexto para pedir, como en Cascorro, que le fuera anudada una cuerda a la cintura para recuperar el glorioso cadáver. El pretexto no se lo dieron los ingleses, que al menos pertenecen al ámbito supuesto para un ministro de Exteriores que se nos ha vuelto de Esteroides. Lo que no sabemos ahora es qué nos devolverá Junqueras cuando tiremos de la cuerda después de ese debate medio circense, pendenciero como los que estallan junto a una mesa de billar porque alguien retó a alguien con un eso no me lo dices en la calle, y con el cual el ministro ha dicho a mí el pelotón de la salvación de la patria que debía jugar Albiol. Impostando, por añadidura, la primera conversación bilateral de un ministro de Exteriores español con Cataluña.
Que el «show» de Margallo, camisa abierta, enhiesto a popa, alborote de esta manera la campaña pegadógica del PP nos obliga a preguntarnos cómo funciona el gabinete de Rajoy. O los amigos del presidente tienen licencia para el repentismo, y entonces compadezco a quien deba coordinar, sin ser autorizado por Rajoy, a semejantes chulapos. O es Rajoy quien lo envía como a Bud Spencer para que reviente los cálculos de su propio director de campaña y convierta en personaje secundario a un candidato, Albiol, que o bien no le gustó nunca, o bien ha fracasado en la campaña. La alternativa al baile de Iceta, que de esta manera ha encontrado una caracterización propia en una campaña en la que estaba condenado a pasar inadvertido, es lanzar en paracaídas a Margallo para que se marque un Annual a este lado del Estrecho y se empapele de bandera como Karmele. Es todo decepcionante y ridículo. Tanto, que el único paliativo de tanta vergüenza ajena consiste en ver que otros próceres como Mas e Iglesias de repente se han puesto, literalmente, a hacer el indio. Tiene razón Iceta cuando suena Queen y baila sin querer como los «full monty» en la cola del paro: lo difícil es tomarse en serio este supuesto momento histórico español. Menos mal que el nivel lo sube Romeva, el que no duerme bien cuando le dicen tonto.