ABC 23/09/15
IGNACIO CAMACHO
· Tal vez haya caído la última cúpula de ETA, pero faltan por derribar ciertos muros morales que sostuvieron su proyecto
NO ha lugar al triunfalismo. Si algo hemos aprendido los españoles en más de cuatro décadas de terrorismo es la conveniencia de ser más cautelosos que optimistas. Tantos años acostumbrados a las malas noticias nos han vuelto prudentes respecto a las buenas: ir ganando no es ganar ni desactivar significa extinguir. La lucha contra ETA acabará probablemente sin un punto final, como un maldito libro interrumpido; uno de los grandes errores del «proceso de paz» zapaterista fue el de la prisa por escribir un epílogo. En todo caso, el fin de la violencia y la desarticulación de la banda son sólo tomos de una obra inacabada y abierta que sólo se podrá concluir cuando prevalezca sin sesgos el relato histórico de la dignidad, la consumación de una victoria sin matices ni equilibrios.
Puede que ayer cayera la última cúpula etarra, el leve andamio que aún sostenía su testimonial amenaza armada. Pero todavía están por derribar algunos de los muros morales que sostuvieron su larga persistencia en la sociedad vasca: el de la equidistancia, el del asentimiento, el de la complicidad, el de la indiferencia. Falta por redactar el pliego de una rendición sin empates, con su adenda de reparaciones pendientes, su memorial de agravios y aflicciones, su rendición de cuentas y sobre todo sus renglones de vencedores y vencidos. Mientras esa diferencia esencial no esté clara para todos y para siempre; mientras exista siquiera una vaga sospecha de que el proyecto terrorista ha sobrevivido en parte a través de la política; mientras flote una duda por pequeña sea que justifique los crímenes a través de un pragmatismo de poder o de un atisbo de comprensiones retroactivas; mientras haya herederos, secuaces, beneficiarios o testaferros instalados en las instituciones; mientras la narrativa oficial trate de reescribir la torticera patraña de un conflicto de agresiones mutuas; mientras reste una pena por cumplir, una víctima por resarcir o un asesinato por aclarar, no habrá concluido la verdadera justicia.