Gobernará el Congreso

ABC 07/11/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· La mejor «ministra» de Rajoy es la extrema debilidad de la oposición a la que se enfrenta

LO que más me ha gustado del nuevo Gobierno es que por una vez (al menos hasta el día de hoy) no es un ministro quemado el que deja la cartera para aterrizar en una de las pocas embajadas apetecibles que aún quedan, sino un diplomático de carrera, prestigioso y con experiencia, quien desembarca en el Ministerio de Asuntos Exteriores para devolver a España al lugar que le corresponde ocupar en el mundo. Por lo demás, todo el beneficio de la duda a los recién llegados y que alguien impida al tándem Sáenz de Santamaría-Montoro comprar tiempo a los separatistas a costa de subirnos los impuestos. ¡Por favor!

Leo profundos análisis sobre quién resulta victoriosa y quién derrotada en el nuevo gabinete pergeñado por Rajoy. Si la todopoderosa vicepresidenta única o la nueva titular de Defensa, todavía «generala» de las huestes del partido. En realidad, poco importa la composición del Ejecutivo a los efectos que nos atañen, dado que será el Congreso el que tome las decisiones en la legislatura que arranca. Las guerras internas del PP y la sucesión de un líder sumamente resistente, aunque en retirada inevitable, constituyen capítulo aparte. En lo referente a la Nación, que es lo realmente importante, con 137 diputados en su grupo el presidente nada puede imponer y pocas cosas vetar, gracias a la mayoría que conserva en el Senado. Tan exiguo número de escaños obliga al jefe del Ejecutivo y a su equipo a negociar cada iniciativa legislativa con partidos que irán cambiando en base a un principio novedoso conocido como «geometría variable». Lo que significa que, por ejemplo, los próximos presupuestos podrán salir adelante con el voto de Ciudadanos unido al del PNV (previo pago de la correspondiente gabela, se entiende), mientras que una eventual reforma de la Constitución debería sumar el respaldo del PSOE al de la formación que encabeza Albert Rivera. Ni los socialistas apoyarían en su estado actual las cuentas que exige Bruselas ni los nacionalistas harían lo propio con un marco que niegue, como no puede ser de otra manera, el derecho de autodeterminación que reclaman. Todo lo cual impone encaje de bolillos muy fino. Y a la hora de urdir esos acuerdos, de sentarse a tejer ley a ley, la mejor «ministra» del Gobierno es y va a seguir siendo la extrema debilidad de la oposición a la que se enfrenta.

Mariano es un hombre con suerte, no cabe duda. En su momento más bajo, cuando cualquier tropezón podría suponer su fin, le bastará con la amenaza de convocar elecciones para apaciguar los ánimos de las bancadas rivales y hacer que se muestren más mansas de lo que les gustaría. Los socialistas necesitan tiempo, al menos un par de años, para recuperarse de la fractura causada por Pedro Sánchez y su intento de fraguar un frente popular con Podemos y el independentismo catalán. Ciudadanos tampoco cuenta con expectativas alentadoras. El hartazgo de los españoles ante el interminable bloqueo se ha traducido en pérdida de ilusión y confianza en esa formación emergente, que necesita probar con su labor parlamentaria si realmente resulta útil a la política española. Dicho de otro modo; precisa de tiempo y oportunidad para mostrar lo que vale, si es que vale lo suficiente para poder demostrarlo. Porque la inercia de muchos años aliada al desamparo mediático juegan a favor de las siglas veteranas; o sea, las de la gaviota.

Resumiendo: la realidad ha revalidado el dogma que siempre ha guiado a Rajoy: «El que resiste gana.» Él ya ganó y sigue ganando.