Ramón, sé fuerte

ABC 07/11/16
IGNACIO CAMACHO

· El proyecto de Podemos se basa en un sentido blindado de la pertenencia, incompatible con la admisión de errores

CON su socarrón sentido del humor, que hizo reír hasta a Pablo Iglesias, Rajoy admitió en el debate de investidura que se manejaba mal con los sms. Una autocrítica zumbona sobre un asunto que ya no le importa porque lo da por superado –aunque le queda el mal trago del juicio de Bárcenas y un tránsito desapacible por la comisión de investigación parlamentaria– como demuestra el hecho de que no ha bastado para impedirle la reelección. Considera tan amortizado aquel escándalo que puede usarlo para burlarse de sí mismo. Al presidente la corrupción le costó tres millones de votos en diciembre, pero ya en junio, cuando las clases medias sintieron la amenaza de Podemos, recuperó medio millón. En España los errores políticos penalizan hasta el límite en que comienzan a beneficiar al adversario. A partir de ahí empieza el cierre de filas.

Iglesias, que conoce la gran cohesión electoral del PP como partido alfa de la derecha, no sólo no desprecia en absoluto a Rajoy, sino que en cierta forma aplica las páginas menos recomendables de su manual de resistencia. Lo hizo con el contrato venezolano de Monedero, con la beca de Errejón, con el empleado irregular de Echenique, y lo ha vuelto a hacer con el piso revendido de Espinar. Con una diferencia: no admite la culpa ni en broma. Su infinita arrogancia no se lo permite. Lejos de someterse a la escrupulosa requisitoria ética que reclama a los demás, se envuelve en rancio victimismo para reforzar el vínculo tribal. El enemigo nos ataca y tal: dimitir es de cobardes. Podemos es un proyecto de confrontación, de combate, y su líder sabe que en la vieja dialéctica de nosotros contra ellos cualquier concesión debilita. Entiende la política en términos estrictos de lucha de clases, aunque a menudo se quede en una lucha de frases.

Por eso no va a aceptar que a Espinar, como antes a sus colegas, lo han sorprendido en una conducta de clamorosa doblez. Claro que es consciente: con ese mismo material abrasaría en la pira de los reproches a cualquier dirigente antagonista. Pero su plan político se basa en la intangibilidad mesiánica, incompatible con la admisión de errores. El liderazgo redentor no cede a la contrición ni pide disculpas. Si lo hiciese perdería su aura infalible y desarmaría su fortaleza grupal. La identidad de Podemos apela a un sentido blindado de la pertenencia; no se sienten distintos porque obren de manera diferente, que ya está claro que no, sino porque son ellos. Es decir, porque no son los otros: el enemigo, la casta, el régimen, el Ibex, etcétera. Ellos, la gente, son los buenos simplemente porque los otros son los malos. Y como son los buenos siempre tienen razón en virtud del artículo primero de su particular constitución de superioridad moral. El artículo segundo dice que cuando no la tengan se aplicará el artículo primero.

Lo más desalentador es que les da resultado. Ramón, sé fuerte.