ABC-IGNACIO CAMACHO

El huso horario de España lo decidió Franco. Lagarto, lagarto: se le aplica la ley de memoria histórica y caso cerrado

POR si le sirve al Gobierno para orientarse en medio de este inopinado descalzaperros sobre el horario, la decisión de que España siguiese la hora alemana la tomó… Franco. Y lo hizo en 1942, por sintonía con Hitler, lagarto, lagarto. En un país donde los prejuicios ideológicos determinan a priori cualquier posicionamiento cotidiano, este dato podría aclarar la toma de posición de la izquierda en un asunto tan enrevesado. Para qué andarse con estudios, siempre más o menos sesgados, sobre los efectos en la vida laboral, en la conciliación familiar, en el consumo de energía, en la salud pública o en los ritmos circadianos. En vez de discutir si hay que continuar con el huso de Berlín o adoptar el británico, se aplica al caso la ley de memoria histórica y asunto cerrado.

Aunque el columnismo tiende a adoptar ante cualquier debate un papel omnisciente de todólogo, el arriba firmante carece de una tesis concluyente al respecto. Lo único que casi todos tenemos claro es que resulta bastante molesto ese trasiego de relojes en primavera y en invierno, y que como dice el maestro Alcántara, el amanecer es un fenómeno de esplendor magnético que si ocurriese más tarde sería aún más bello. Pero la mayoría carecemos de argumentos científicos, económicos o sociales lo bastante fundados para asentar un criterio. Lo que de ninguna manera resulta aceptable es el modo con que la UE ha planteado la cuestión, basándose en un fantasmal referéndum cibernético en el que sólo ha participado una centésima parte de los habitantes europeos: menos de cinco millones sobre un total de quinientos. Lo que ha hecho Juncker parece una de esas consultas caseras que organizan los separatistas catalanes o Podemos. Para abordar un tema que afecta a tanta gente es menester un método más serio.

Pero a nuestro benéfico Gabinete, siempre tan atento a las cuestiones esenciales de los ciudadanos, le ha faltado tiempo para saltar sobre el charco. Como de costumbre, improvisando, porque la portavoz Celaá reconoce que en la reunión del Consejo de ayer el tema no se había siquiera esbozado. Pocas cosas hay que les gusten más a los socialdemócratas que un proyecto de ingeniería social al que meterle mano. Estos lances los cogen al vuelo, orientándose por la rentabilidad política de su impacto. Ahí es nada modificar la hora del país, una herencia de la dictadura que la Transición había olvidado. Ya puede Sánchez, dure lo que dure su mandato, pasar a la Historia por algo más que desenterrar unos huesecillos putrefactos.

Igual hasta puede tratarse de una buena idea. Sólo que antes de pronunciarse sobre ella convendría una reflexión de cierta solvencia. Tendremos pues, la correspondiente comisión de expertos y muchas opiniones de arbitristas de infusa sabiduría relojera. Ruido garantizado en las tertulias de sobremesa y un Gobierno encantado de seguir aparentando que gobierna.