Golpe al yihadismo en España

ABC 15/03/14

· El cabecilla, español, captaba terroristas para Al Qaida en Siria

La Comisaría General de Información, en colaboración con agentes marroquíes, desmanteló ayer una importante red, con base logística en Melilla, que captaba yihadistas para enviarlos a Siria, Malí y otras zonas en conflicto. Algunos de ellos ya habían regresado a España, más radicalizados si cabe, con el previsible objetivo de perpetrar atentados en Europa. Entre los siete detenidos figura el cabecilla, Mustafá Maya Amaya, ciudadano español de origen belga. La Policía ha identificado a otros integrantes de la red, dispersados por diferentes países, y cursará las correspondientes órdenes internacionales de detención.

Las investigaciones comenzaron a mediados de 2010, pero cobraron impulso definitivo hace escasas fechas, cuando los agentes detectaron en el domicilio del cabecilla Maya Amaya, en Melilla, la presencia de varios yihadistas venidos de Francia, a los que había seleccionado entre varios aspirantes y se disponía a enviar a Siria de manera inminente. Ante esta circunstancia, la Policía procedió a detener al citado Mustafá Maya Amaya y a los franceses Paul Cadic y Farik Cheikh. De forma simultánea, los agentes marroquíes arrestaban al otro lado de la frontera a otros tres integrantes de la red: Tarik Ahnin, Soufian el Moumni y Mohamed Karraz.

Y también en el marco de la operación era cazado en Málaga el tunecino Chafik Jalel Ben Amara Elmedjeri. Una pieza importante de la trama, ya que se dedicaba a la falsificación de documentos de identidad, con conexiones a nivel internacional.

Valiosa información
Además se llevaron a cabo diversos registros domiciliarios, cuatro de ellos en Melilla y Málaga y el resto en distintas localidades de Marruecos. La Policía se ha incautado de diverso material informático y numerosa documentación que está siendo analizada por los especialistas. Podría contener datos relevantes sobre posibles objetivos, relación de yihadistas captados por la red e itinerarios hacia las zonas en conflicto. Además, se ha intervenido una importante cantidad de dinero y algunas pistolas.

La operación sigue abierta, por lo que no se descartan nuevas detenciones y registros. De hecho se han identificado a otros integrantes de la red que operan en terceros países, contra los que se dictará la correspondiente orden de detención internacional. Pero lo conseguido hasta ahora constituye un duro golpe al terrorismo yihadista y adquiere especial relieve, ya que en una sola operación se ha capturado al dinamizador de la red, al falsificador de documentos, a los encargados de la logística y a los activistas que iban a ser enviados, algunos de manera inminente, a hacer la yihad.

Por lo general, las células yihadistas desplegan sus actividades logísticas en diferentes países. En unos adquieren la documentación falsa, en otras tarjetas de crédito robadas. En un tercer país captan y adoctrinan militantes, en otros se hacen con material explosivo e incluso los atentados los cometen en un escenario geográfico diferente. Además, los terroristas de corte islamista utilizan nombres distintos en cada lugar. Este modus operandi ha dificultado mucho las investigaciones y, sobre todo, la acumulación de pruebas.

Importancia del cabecilla
Mustafá Maya Amaya ejercía un papel más que relevante. Era el dinamizador de la red. A través de internet fichaba a aspirantes a convertirse en yihadistas, cualquiera que fueran sus países de origen.

La red tenía ramificaciones en Marruecos, Bélgica, Francia, Túnez, Turquía, Libia, Mali, Indonesia, Siria, entre otros países. Una vez seleccionados, contactaba personalmente con ellos, y tras adoctrinarles, los ponía en contacto con individuos de su confianza para que, a través de «pasadores», pudieran alistarse en las más peligrosas organizaciones islamistas: El Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL); Jabhat Al Nusra ( JN) o Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI). Han sido estas las principales bandas receptoras de los voluntarios captados por la red ahora desmentalada. En ellas se integraban como cabecillas o activistas para cometer «ejecuciones públicas» o atentados en las zonas de conflicto a las que eran destinados. Se han visto involucrados en crímenes de guerra, tales como asesinatos entre la población civil o secuestros de periodistas. Algunos de ellos murieron en acciones suicidas.