«Goodbye, Franco»

ABC 13/07/16
DAVID GISTAU

· Carmena idealizó el momento que le tocó vivir creyendo que con ella terminan en Madrid los «estertores franquistas»

EL querido amigo, además de audaz reportero, Rubén Amón ha mantenido en su periódico una charla interesante con la alcaldesa Carmena, ante la cual todos somos contingentes. Carmena tiene un alto concepto de su gestión. Hasta tal punto que, según cree, sólo la manipulación de los medios por parte del PP, que nos tiene hechizados a todos los cronistas y nos hace vudú en el teclado, impide a los madrileños comprender cuán afortunados son por contar por fin con un equipo municipal que conduce la ciudad hacia las luces después de tantas décadas de errancia en las tinieblas con violeteras zombis y cosas así. Hay momentos en los que yo mismo, vecino de Madrid, siento tal felicidad que me iría a una piscina municipal a saltar a bomba desnudo, liberado por fin de la opresión textil. Pero enseguida me hipnotiza el PP y me vuelvo malhumorado.

Carmena idealizó el momento que le tocó vivir creyendo que con ella terminan en Madrid los «estertores franquistas». Que ya son largos, ¿eh?, los estertores, cualquiera diría que al bajar a la calle se va a encontrar uno con Tony Leblanc haciendo de guardia urbano o con Alfredo Di Stéfano debutando en el Real Madrid. Nos acaba de visitar un presidente americano y fíjense que igual era Eisenhower y este verano resulta ser el del Meyba de Palomares.

En algunos personajes de la izquierda he detectado ya este tipo de dislocación temporal que siempre me recuerda a la protagonista de «Goodbye, Lenin» que creía vivir en la RDA e ignoraba que ya había caído el Muro. Supongo que es una forma de gestionar la frustración por existir en tiempos menos interesantes, que no dan la oportunidad ni de luchar contra Franco. No es la primera vez que Carmena, y en general Podemos, intenta apropiarse de un hito progresista que ocurrió antes de su aparición para justificar así las presunciones benignas y reformadoras de su existencia. Así ocurre ahora con los «estertores franquistas», que en el ámbito municipal ya fueron purgados por Tierno Galván, los hermanos Berlanga y Alaska, las Vulpes y la Movida en general. Y al decir esto hago una concesión excesiva a ciertas mitologías urbanas de la Transición, pero al menos ubico donde corresponde el salto sociológico de Madrid, que Carmena se encontró hecho desde hace más de treinta años. No quedan otros estertores que los del revisionismo y el anacronismo que configuran el mapa mental maniqueo de los asamblearios.

Con todo, si Carmena siente que Tierno le usurpó un papel histórico, el de catalizar una apertura y terminar de clavar la estaca a un totalitarismo, podríamos darle gusto armando una fotografía simbólica semejante a aquella del viejo profesor junto a Susana Estrada con una teta fuera. Admito que la gestión municipal, las cosas del asfalto y las papeleras no son tan apasionantes como derrocar a Franco. Pero, señora mía, es que estamos en 2016, y contra eso poco puede hacerse, salvo autoengañarse como en «Goodbye, Lenin».