IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo
En todo este lío de los fondos Next Generation (¡espero que hayan elegido ese nombre porque les servirán a las próximas generaciones y no solo porque serán ellas quienes pagarán la fiesta, que eso lo tienen garantizado!), ayer fue el día de las declaraciones ampulosas, no el de las aburridas concreciones. Si el martes la grandilocuencia se asiló en el Congreso de los Diputados, ayer se expandió por toda Europa. En un acto de gran impacto mediático, los responsables de las cuatro economías principales de la Unión se lanzaron a alimentar la expectación pública, apretar las urgencias ajenas e insuflar ilusión al cansado respetable. En lo concreto, poca cosa más. Instaron a todos los países a presentar de manera inmediata sus planes de recuperación que estarán alimentados por los dineros europeos. Es curioso que el plazo venza mañana y que todavía sean mayoría los países que no han enviado a Bruselas sus propuestas y proyectos. Entre otros, nosotros mismos, a pesar de que la vicepresidenta Nadia Calviño lo exija sin empacho a los demás.
En cuanto al contenido concreto de los planes, ya sabe. Tenemos los títulos de los capítulos del libro -todos ellos muy válidos-, pero no hemos visto el texto ni sabemos la manera como se va a proceder a la distribución de los dineros; así que de momento, todo en orden, todo a la espera. Quizás mañana sepamos más.
Como le digo, los ministros de Economía se rebozaron ayer en las grandes palabras, en las frases históricas. Nadia Calviño, en un alarde de insospechada autoestima, aseguró que España va a ser «el motor de la recuperación europea», lo cual me temo dista bastante de nuestras capacidades. Olaf Scholz, el responsable alemán, fue más modesto y se limitó a informar que estamos «ante la oportunidad histórica de reconstruir el futuro de la Unión Europea»; y luego ya, Bruno Le Maire, el culto y elegante ministro francés, se vino arriba y aseguró que «tenemos en nuestras manos la oportunidad de salvar el siglo XXI». Nada menos.
Yo me fijaría más en Mario Draghi, que es el más capaz de todos y el que más experiencia tiene en esto de gestionar crisis complejas. Su receta de menos impuestos, menos burocracia, más formación y más ayudas directas me suena bien y, lo que es más importante, les ha gustado a una buena mayoría de los partidos italianos que la apoyan. ¿Seremos capaces aquí de concitar ese consenso y de agruparnos en el esfuerzo necesario sin el cual, no lo dude, no saldremos adelante? No sabe cómo me gustaría contárselo algún día de los próximos meses. Ese es el reto.