Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Alejándonos un poco de la política, la actualidad económica está centrada en el caso Grifols. Como ya sabe, la empresa ha sido sometida al ataque de una firma de análisis especializada en las ‘posiciones cortas’ que ha provocado una importante caída de su cotización bursátil y, a medio plazo, un daño, veremos si reparable, de la confianza del mercado en la veracidad de sus cuentas. Las posiciones cortas son una ‘especialidad’ de la Bolsa que, sinceramente, a mí no me gusta nada. No es fácil ver el valor que crean, pero tienen una enorme capacidad de destrucción como se ha visto esta semana en la empresa de hemoderivados, que ha llegado a perder más de 2.200 millones de capitalización bursátil.

¿Qué son las posiciones cortas? Pues dicho en sencillo son lo siguiente: si un inversor considera que la Bolsa sobrestima el valor de una empresa cotizada puede hacer un contrato de préstamo de acciones de esa empresa, por el que paga un ‘alquiler’, las vende luego en el mercado confiando en que sus cálculos son correctos y su cotización caerá. Si eso ocurre, compra las acciones que vendió -que ahora valdrán menos- y las devuelve a su titular. ¿Qué gana el inversor? La diferencia entre el precio al que vendió las acciones prestadas y al que compró las acciones que ahora devuelve. ¿Qué gana el dueño de las acciones? Pues el ‘alquiler’ que cobra por las que presta, que se suma al dividendo que no pierde, ya que las acciones vuelven a su patrimonio.

La contabilidad es materia tan sensible como compleja, que se presta a la ‘creatividad’

Hasta ahí es una operación que tiene un beneficio y que comporta un riesgo que puede justificarlo. Este consiste en que sus cálculos sobre el verdadero valor de la empresa no sean correctos y la acción no caiga o incluso suba. Entonces en lugar de ganancias habrá tenido pérdidas que serán la diferencia, esta vez negativa, entre el precio que obtuvo en la venta de las acciones ‘alquiladas’ y el que tendrá que pagar por su compra a la hora de devolverlas. Se asume un riesgo y, en función de lo que suceda, habrá beneficio o pérdida, pero no hay una evidente creación de valor para el accionista, ni una clara mejora para el mercado. Los expertos me revocarán.

El problema mayor aparece cuando la empresa que ha jugado a la baja y tomado a préstamo las acciones ejecuta después algún tipo de actuación, como por ejemplo la emisión de un informe, que provoca o al menos colabora en el descenso de la cotización de la empresa concernida. Aquí también pueden pasar dos cosas. Si el informe que descubre esas debilidades es cierto, habrá sido más listo que los demás y visto lo que ningún analista había descubierto antes. Pero si el informe contiene falsedades e infundios, su actuación es directamente delictiva al haber provocado, sin causa ni razón, un derrumbe artificial de la cotización.

Esto es lo que ha sucedido con Grifols, en la que unos fondos cercanos y la propia Gotham, especializada en este tipo de operaciones, primero tomó a préstamo acciones, después emitió un informe que provocó un desplome de la acción para comprar acciones a la baja y cerrar la operación tras meterse unas decenas de millones en el bolsillo. Como le digo, a mí estas cosas no me gustan nada, pero hay una enorme diferencia entre que el informe que provocó la caída sea cierto o no lo sea. Lógicamente, mientras que Gotham mantiene la primera opción, Grifols defiende la segunda y el mercado se ha puesto en ‘modo duda’.

Para asombro de todos aquellos que no saben de contabilidad y para desesperación de los que ‘decimos’ que sabemos algo, dirimir si la contabilidad de una gran empresa cotizada refleja fielmente su situación real o no, no es algo sencillo. Ni siquiera en los casos, como el que nos ocupa, en que las cuentas están auditadas por un auditor de prestigio e independiente. ¿Cómo es posible? Pues porque la contabilidad es materia tan sensible como compleja, que se presta a la intervención de la ‘creatividad’ y aplica criterios de valoración con ingredientes subjetivos.

Para solucionar el problema existen organismos independientes, como la CNMV o el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas que, una vez que Grifols ha hecho pública su intención de plantear una demanda judicial en defensa de sus cuentas y de sus accionistas, dirimirán quien tiene la razón. Dado el daño producido, al valor y a la credibilidad, la sentencia será muy significativa. Si el informe de Gotham es falso o incorrecto tendrá que asumir enormes responsabilidades. Que no serán menores que las de los directivos de la empresa si se determina que sus cuentas han sido falseadas. La presunción de inocencia y la trayectoria empresarial de Grifols juegan a su favor, pero sea como sea, una gran parte del daño producido es ya irreparable.

Si me pregunta mi opinión, yo prohibiría este tipo de actuaciones. No veo clara su justificación.