Las víctimas de ETA se revuelven ante el recurso de Ibarretxe al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Aquí, donde toda la oposición tiene que ir escoltada, donde el terrorismo ha golpeado sin piedad pretendiendo una limpieza ideológica, el lehendakari equipara las posibles pegas judiciales para celebrar su referéndum, con una violación de los derechos humanos.
C onoce de sobra el lehendakari los obstáculos que va a encontrar su protesta en Europa por el posible freno legal que pueda tener la convocatoria de su consulta. Pero le da igual. Parece disparatado esperar que el Tribunal Europeo pertinente, cuyas sentencias no son vinculantes pero tienen una clara referencia moral, dé la razón a un lehendakari que confunde las dificultades de realizar la convocatoria de su hoja de ruta con una presunta violación de los derechos humanos. Pero él sigue. «¿Hacia dónde vamos detrás de Ibarretxe?», se preguntaron quienes asistieron, en el añ0 2000, a la concentración de duelo por el asesinato del socialista Fernando Buesa, que acabó manipulada en un acto de homenaje al dirigente nacionalista. Ahora, ocho años después, se lo vuelven a preguntar quienes, siendo nacionalistas, se preocupan por la cabezonería de su máximo líder institucional.
A Ibarretxe no hay quien lo detenga. Salvo las urnas, claro está. Desde que llegó a Ajuria enea ha intentado acoplar la realidad a su imagen y semejanza. Nada más oirle anunciar su recurso (personal por supuesto) ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, las víctimas del terrorismo de ETA se revuelven ante lo que ellas califican de «ausencia total de sensibilidad». Ellas, por desgracia, sí han soportado la violación del derecho fundamental a la vida cuando los terroristas les han arrebatado a un ser querido. En una comunidad donde toda la oposición tiene que ir escoltada, donde el terrorismo ha golpeado sin piedad pretendiendo hacer una limpieza ideológica, el lehendakari equipara las posibles pegas judiciales para celebrar ese referéndum, con una violación de los derechos humanos.
Siempre que el Gobierno vasco ha recurrido a instancias europeas, ha sido para reclamar justicia ante la ilegalización de partidos que afectaba a Batasuna o para protestar por la dispersión de los presos. Todo un síntoma. Las víctimas de ETA han tenido, en la causa por el derecho fundamental a la vida, otros defensores institucionales: en la oposición, en las asociaciones. Porque el Gobierno vasco ha tardado 28 años en rendirles un homenaje como se merecían. Y de eso se quejan.
Ayer recordaban a dos personajes clave de nuestra historia para ironizar sobre el distanciamiento de los dirigentes nacionalistas del sufrimiento de las víctimas. A Mario Onaindía cuando reproducía el encuentro imaginario entre dos amigos que lamentaban sus desgracias: A uno se le había muerto el padre mientras el otro había perdido el bolígrafo. Y a Jose Ramón Recalde, en el hospital, con la garganta atravesada por una bala mientras el lehendakari conversaba con su hijo, a los pies de la cama, y le decía que en Euskadi se vivía muy bien.
Es probable que Ibarretxe quiera ganar tiempo para adornar su campaña electoral pero lo que parece claro es que no le importa conducir, a quien le siga, hasta el abismo de la confrontación con un Estado del que Euskadi, hoy por hoy, forma parte.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/9/2008