Luis Ventoso-ABC

  • Y resumiendo son atraer al dinero o asustarlo con el glorioso socialismo

Todavía no queremos ver el destrozo económico que está sufriendo España. Es como si el público viviese ajeno a la espiral de ruina en curso. Nuestro presidente disfrutó ayer de una jabonosa entrevista en una tele afecta y se le veía exultante, con sonrisa ufana por lo bien que van las cosas. El fin de semana me di un paseo por el centro de Madrid y aproveché para ir chequeando los bajos comerciales, un indicador patente del pulso económico. Un coqueto cafecito donde solía parar estaba ya vaciado de muebles, cerrado. Enfrente, lo mismo con un restaurante de ultradiseño, abierto hace un año: un papel estraza polvoriento cubría sus ventanales. Continué caminando. La escena se repetía: una pequeña tienda de

decoración aquí, una boutique allá, otro restaurante… Bajos cerrados. Las primeras cicatrices. Un amigo de Benidorm me cuenta que cunde la preocupación: pasan las semanas y el pulso turístico no acaba de animarse (y sin gente no hay ingresos). En hoteles de Tenerife el personal está casi mano sobre mano. Demanda deprimida en todos los sectores. No se vende un coche. En Cáritas no recuerdan tanta petición de ayuda. Colas en los bancos de alimentos.

Hay dos maneras de intentar superar la pesadilla: atraer al dinero o asustarlo. La liberal o la socialista, que es en la que estamos. Escucho a un escolar tertuliano proclamando en TVE que «el mercado ha desaparecido, así que toca Estado socialista a tope, intervención de la economía». Me quedo pasmado al ver que nadie le da réplica. La campaña de propaganda del Gobierno, y la querencia antiliberal de nuestra sociedad, hacen que cale el catecismo de Pedro y Pablo: «Una salida social a la crisis en la que nadie quedará atrás». El dato de paro de España en junio ha sido tétrico: un 28% más que hace un año. ¿Se puede llamar «escudo social» a dejar sin trabajo a 860.000 españoles en solo doce meses? La economía ya venía retrocediendo con el Gobierno de progreso, y el cierre a cal y canto impuesto durante tres meses la ha acogotado. La receta de Sánchez para seguir mejorando es subir los impuestos -IRPF incluido- y amedrentar a los inversores internacionales presumiendo de que de facto somos un país socialista. El denostado Trump ha bajado las cotizaciones a las empresas e intentó abrir la economía cuanto antes. Ayer EE.UU. también facilitó su dato de junio: crearon 4,8 millones de empleos y el paro bajó dos puntos.

El plan económico del Gobierno ante la crisis se resumen en subir los impuestos «a los ricos» -léase a los empresarios que crean empleo y a los profesionales que han trabajado como cabrones para progresar en la vida-, exprimir a las empresas y rezar a San Keynes para que la UE nos envíe un pastizal a cambio de nada, que permita que Pedro y Pablo sigan jugando a comprar votos mediante unos subsidios que el país no puede costear.

De este trance se puede salir: currando más y con mayor productividad, ofreciendo una fiscalidad que haga atractiva a España y mejorando la educación con un chute de calidad y exigencia. Exactamente vamos a lo contrario: socializar la derrota. Será un éxito.