LIBERTAD DIGITAL 18/04/13
Dos de las familias que han visto reconocido su derecho a que sus hijos reciban también educación en castellano en Cataluña cuentan su experiencia.
Al margen de las batallas políticas, se encuentran las verdaderas víctimas de la inmersión lingüística en Cataluña: los escolares y sus familias, que sufren los efectos de un sistema educativo contrario a la Constitución, según establecen los más altos tribunales.
Algunas de ellas deciden dar un paso adelante, como es el caso de estas diez últimas que han visto reconocido su tesón y perseverancia al darles la razón el TSJC. Otras muchas, las más, no lo hacen; por miedo fundamentalmente. Miedo a que sus hijos sean marginados o señalados en el colegio por sus profesores o sus propios compañeros.
«Conozco a padres que piensan lo mismo que yo, pero también creen que les van a señalar a sus hijos. Es el estado del miedo; te meten el miedo en el cuerpo«, cuenta a Libertad Digital una de las familias que ha ganado esta batalla jurídica a la Generalidad. María Dolores, madre de tres niños – la mayor, de ocho años, y los pequeños de cinco –, fue a hablar con la directora del centro. Le informó de que la única manera de que se le viera reconocido su derecho era acudiendo a los tribunales, pero también le advirtió de que su hija «se quedaría sin recreo» (siendo éste utilizado para impartir el castellano) o que se iba «a sentir marginada… Claro que tienes miedo a que les cojan manía. Pero tampoco se puede quedar uno sin hacer nada ante ese estado del miedo».
«Simplemente lo que pretendo, porque no creo que se cumpla nada, es que tengan una base también en castellano«, se lamenta María Dolores. Y es que sus hijos pequeños tienen todas las horas en catalán, y la mayor, únicamente, tres a la semana de castellano en el colegio público al que acuden en Tarragona.
María Dolores se encontraba en Cataluña por motivos laborales cuando nació la primera de sus hijas, pero cuando ésta alcanzó la edad para ser escolarizada tuvo que dejar esta comunidad autónoma. Volvió cuando la niña tenía casi seis años. «El cambio de colegio le costó bastante«, recuerda. Y es que la filosofía en los centros catalanes se puede resumir en un «o no te enteras o no te enteras«, afirma.
A pesar de este espaldarazo judicial no está del todo satisfecha. «La esperanza nunca se pierde, pero la consejera dice que no va a cumplir… Te encuentras abandonado, como nadie les obliga a hacerlo…«, comenta apesadumbrada.
La «importancia del castellano»
De la misma opinión es Julián, un argentino afincado en Cataluña desde hace once años, que también ha visto ahora cómo el TSJC le ve reconocido su derecho a que sus tres hijos – de nueve, siete y tres años – reciban no sólo educación en catalán. «No tengo esperanza de que esto se ponga en marcha en la escuela», reconoce después de las palabras de la consejera Irene Rigau advirtiendo de que no ejecutará las sentencias. «Voy a ver si yo me pongo a hacer lo mismo y no acato leyes; lo mismo no pago el alquiler», comenta con sorna.
Su lucha comenzó como la de otros muchos padres: informándose primero y preguntando qué posibilidades habría de solicitar más presencia del castellano en las aulas. Y es que, «en el caso de mis hijas, tienen dos horas» de español a la semana solamente. Cursó la solicitud a través de Convivencia Cívica Catalana (CCC), que a su vez la trasladó a la Consejería de Enseñanza de la Generalidad. Pero se la denegaron y el colegio «no tenía potestad en ese tema», le dijeron.
Tuvo que decidir entonces si continuar por la vía judicial, algo que finalmente hizo, seguro de que era lo mejor para sus hijos. «Lo tenía que hacer por la ayuda que nos había prestado CCC, que se han portado súper bien con nosotros, pero es que estoy convencido de que es la mejor manera de darle a mis hijos las mejores herramientas lingüísticas«, recalca. «El castellano es la segunda lengua más hablada en el mundo. Desestimar esta herramienta me parece poco inteligente, más que nada porque vivimos en España y es lengua oficial».
«No me entra en la cabeza . Obviamente antes de tomar esta decisión me tuve que convencer a mí mismo«, reconoce, porque le parecía «de ciencia ficción» tener que llegar al punto de emprender acciones judiciales por este motivo. Y es que en Castelldefels, municipio donde actualmente reside con su familia, un alto porcentaje de sus habitantes son extranjeros: «de China, Alemania, Holanda, Francia…», personas «que no tienen el catalán ni como segunda ni como tercera lengua porque no llevan aquí tanto como mi familia» y otros tantos españoles de otras partes de España, «que no es que renieguen del catalán sino que ven la importancia del castellano a nivel laboral«.
Es por ello que no es el único indignado con esta situación. Le consta, igual que a María Dolores, que hay «muchos padres que están a favor» de las acciones que ha emprendido. «Doy la cara para que muchos papás que están en la sombra vivan con tranquilidad«.
El modelo integrador europeo
Desde la entidad presidida por Francisco Caja (CCC), y que ha asesorado judicialmente a estas familias, recuerdan que en «ningún otro territorio bilingüe de Europa se aplica ningún modelo parecido al sistema de inmersión catalán» porque en todos los territorios bilingües europeos «integran sus dos lenguas oficiales como lenguas vehiculares de educación». Lo que reclama, por tanto, Convivencia Cívica Catalana en Cataluña es «lo normal en Europa».
«Lo que no es normal es el sistema monolingüe y excluyente de la inmersión que trata a la lengua de la mitad de la sociedad como si fuera una lengua extranjera en nuestras escuelas, con el mismo número de horas que el francés o el inglés», añade.
Y es que los países de nuestro entorno que poseen dos o más lenguas oficiales las integran perfectamente en su sistema educativo. La manera más común de hacerlo es a través de la doble red escolar a partir de la cual los ciudadanos escogen la lengua en la que quieren educar a sus hijos de entre las lenguas oficiales que existan en sus territorios. Este es el caso de Finlandia, por ejemplo, que tiene una red de escuelas en finlandés y otra en sueco. También existe una en Gales (galés-inglés); en Eslovaquia (eslovaco-húngaro); en Irlanda (irlandés-inglés) o en Bélgica. En este último existe una triple red, con escuelas en flamenco en Flandes, en francés en Valonia y en alemán en la parte este del país. En Bruselas, calificada oficialmente como bilingüe, hay una doble red en flamenco y en francés.
De manera más minoritaria existe un segundo modelo lingüístico escolar en Europa: la educación multilingüe, que puede ser bilingüe o trilingüe. Se aplica, por ejemplo, en Luxemburgo, donde existe un modelo trilingüe. Todas las escuelas imparten la educación en las tres lenguas del país, el luxemburgués, el alemán y el francés, que van introduciendo gradualmente en este orden.
A pesar de lo resuelto esta semana por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña – avalada su decisión, y en la que se apoya para tomarla, por el Supremo – no parece que el gobierno catalán vaya a poner en marcha ninguno de los modelos que se practican en estos países europeos. «La lengua es innegociable«, se ha afirmado en varias ocasiones desde el Ejecutivo de Artur Mas. Y lo es hasta el punto de no acatar las sentencias: «No contemplamos la posibilidad de ejecutar la resolución en sus propios términos».