IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
Desde el principio de la crisis supimos que las a la movilidad impuestas por la pandemia iban a castigar con severidad a la actividad económica. Calculamos entonces que dos o tres meses era el plazo máximo que podríamos soportar antes de que los daños fueran permanentes. Hemos superado el año de distorsiones más o menos severas, así que debemos empezar a calcular la estabilidad de nuestra estructura económica, una vez que la esperanza de una pronta vacunación general se desvanece cada día por culpa de una Administración europea, y en menor medida nacional, que nos ha sorprendido por su inoperancia. En Estados Unidos le encargaron el proceso a un militar experto en logística que obtuvo resultados brillantes. Aquí se ocupan de él una cuadrilla de funcionarios puntillosos que no han gestionado nada en su vida y cuyos resultados son penosos. Imperdonable.

En España y en lo que concierne a la economía, el Gobierno decidió centrarse en minorar los efectos de la pandemia, aunque eso supusiera postergar el ataque a sus causas. De ahí que el acento se pusiera en sostener el empleo, con los ERTE, y aliviar las tensiones de tesorería con los créditos ICO. Es evidente que ambas medidas han logrado minimizar los daños, pero la prolongación del problema obligar a revisar la situación.

Esta misma semana hemos conocido dos informes al respecto que son muy ilustrativos. El Banco de España considera que los ERTE consiguieron impedir un derrumbe mayor del empleo, que fue del -26% cuando sin ellos habría sido del -67%. Pero el análisis de los últimos datos muestra una dificultad creciente para retornar a los puestos de trabajo anteriores. Bien porque la empresa se haya convertido en inviable o bien porque su actividad se ha jibarizado, lo cierto es que propone cambiar el paso y centrarse más en la esperanza de la formación que en el espejismo de una vuelta a la normalidad.

Por su parte, el informe de Coface anuncia que las insolvencias en el sector turístico han aumentado un impresionante 90% en el interanual del segundo trimestre y se estima que las insolvencias ocultas, las llamadas empresas zombies, caminan un 34% por encima de su nivel de 2019. En resumen, hemos parado el golpe, ahora toca empezar a reconstruir, aunque sea con el cansino ritmo de avance de las vacunas. ¿Ha oído a alguien citar al esfuerzo personal y al sacrificio colectivo como medicinas apropiadas?